Las imágenes indicaban el grado de división del embrión durante las 24 horas y, así, su calidad en cada momento del proceso. El resultado: los embriones finalmente transferidos a la madre o vitrificados para próximos intentos tienen una mayor garantía de calidad que de la que se disponía anteriormente.
La técnica novedosa en 2010 está ahora en un número importante (aunque no en todas) de las clínicas privadas de reproducción asistida. Además de cumplir su fin primordial, ahora tiene otro más recreativo: en algunos centros, los padres pueden pedir las imágenes de su embrión de uno, dos, tres o hasta cinco días en un DVD que se llevan a casa como si de una ecografía se tratara. “Solo enseñamos los embriones que vamos a transferir o a vitrificar y los padres están encantados por ver el inicio de su futuro hijo”, explica la embrióloga Mar Belmonte, del IBI Lab, un centro privado de Palma de Mallorca y único dueño de un Embryoscope.
En el último congreso de la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva, Belmonte y otros especialistas de este centro presentaron una comunicación que daba fe de lo que la mayoría de especialistas que trabajan con Embryoscope ya saben: que los cambios que se conocen gracias a las imágenes continúas tomadas en el aparato (en una tecnología que se denomina monitorización time–lapse) se corresponden con la calidad de los embriones que finalmente se implantan.
Embryoscope es propiedad de una empresa danesa pero se trata de una técnica prácticamente española, como explica el también embriólogo Marcos Messeguer, el que puede considerarse el padre de la tecnología a nivel mundial y el firmante del estudio que describió por primera vez a nivel mundial el nuevo sistema de selección embrionaria basado en el time-lapse, publicado en ‘Human Reproduction’ en 2011.
Messeguer señala que, como casi todas las tecnologías revolucionarias, la función del Embryoscope fue descubierta “casi por casualidad”. La empresa danesa Unisense FertiliTech A/S buscaba un sensor para poder medir el consumo de oxígeno del embrión mientras esperaba a ser transferido a la madre. Para ello, decidieron utilizar cámaras y así, de forma inesperada, inventaron un sistema para ver el desarrollo del embrión tomando imágenes seriadas. Además, estos sistemas eran capaces de filmar a 72 embriones a la vez.
Pero el IVI fue más allá y estudió qué variables del time-lapse podría utilizarse para generar un sistema de selección de embriones. Como explica Messeguer, el embriólogo que vigiló con esta técnica al primer niño fruto de un Embryoscope, la cantidad de información que aportan las imágenes es “monumental”.
Lo hacen, además, reduciendo muchísimo las posibilidades de daño al embrión que, anteriormente, se tenía que sacar del incubador para ser observado (una o dos veces al día) en un microscopio. Aunque era algo seguro, el mantenerlo siempre en el mismo ambiente, reduce aún más las posibilidades de un fallo.
Todas estas ventajas se traducen en un aumento de embarazos, en concreto en un 10%, según demostró otro estudio, publicado este mismo año en ‘Fertility and Sterility’ y cuyo primer autor también fue Messeguer.
Pero ¿puede cualquier mujer que se someta a una fecundación ‘in vitro’ solicitar que sus embriones sean vigilados por esta suerte de Gran Hermano fetal? La respuesta, de momento, es negativa. Belmonte explica que, en el centro donde ella trabaja, depende mucho de la ocupación. Como todos, su Embryoscope admite hasta 72 embriones, pero solo de seis pacientes (admite un máximo de 12 por cada una), así que puede suceder que no se pueda utilizar.
“Tienen siempre preferencia las mujeres mayores de 35 años o las que hayan tenido un fracaso de FIV anterior”, comenta Belmonte que señala que, una vez dentro, se hacen vídeos del embrión que se pasan a un iPad para que los padres puedan verlo, siempre que haya evolucionado para lograr ser transferido. En la clínica balear, el paciente no asume el aumento del coste del tratamiento que supone la utilización del Embryoscope, algo que sí sucede en los centros IVI.
En ellos también se prima a la paciente mayor o con fracasos previos, pero también se utiliza en muchas mujeres que forman parte de estudios. En ese caso, no se cobra su uso. Sin embargo, si el Embryoscope es solicitado voluntariamente por los pacientes, estos han de asumir los alrededor de 400 euros que cuesta de más a la clínica esta tecnología.
Cada Embryoscope tiene un coste de alrededor de 90.000 euros lo que, en tiempos de crisis, lo mantienen como una tecnología sólo apta para clínicas privadas y no para la sanidad pública.