Junio es el mes Internacional del cuidado de la fertilidad y aunque haya quienes todavía lo discutan, la infertilidad es una enfermedad: un sistema que no cumple sus funciones, en este caso, el reproductor, está enfermo. Según la Organización Mundial de la Salud la padecen casi 50 millones de parejas en el planeta.
Las razones que pueden obstaculizar la llegada de un hijo a nuestras vidas son muchas, tantas como las posibilidades de hacer algo al respecto. Hoy se considera que el 40% de los casos tiene un origen femenino; otro tanto tiene un origen masculino; y el resto se divide entre los que tienen causas mixtas y aquellos sin causa aparente -casos en los que no se encontró ninguna alteración objetiva que lleve a un diagnóstico definitivo.
Además de los biológicos, existen otros factores que impactan en la calidad de vida y pueden alterar la capacidad reproductiva: desde el estrés y el tabaquismo hasta las drogas, el medio ambiente y las enfermedades de transmisión sexual. También, por supuesto, la edad. El cambio social quizás más trascendente es que la mujer prioriza su desarrollo profesional y retarda la creación de una familia. Al mismo tiempo, las parejas se construyen más tarde, deciden extender su tiempo de estar solos y tienen menos hijos.
Así, en la mujer, el ovario, y con él la fertilidad, decaen a partir de los 25 años. Al inicio, el declive es lento, pero hacia los 37 o 38 años, cuando se estima que el ovario tiene cerca de 25.000 óvulos, el descenso se acelera. Por su parte, si bien los hombres no pierden abruptamente la capacidad reproductiva, los espermatozoides van envejeciendo a partir de los 40 años y se acrecienta hacia los 60.
Cuando la mujer no puede concebir
El aparato reproductivo femenino es más complejo que el masculino. Su evaluación, por lo tanto, suele ser más complicada y requiere de mayor cantidad de estudios y análisis. Existen tantos casos y problemáticas como mujeres que llegan a consultar a un profesional por qué no quedan embarazadas. El interrogatorio clínico inicial que se le hace apunta a explorar distintos antecedentes familiares.
Los motivos biológicos por los cuales una mujer no puede concebir pueden clasificarse en: factor ovárico, cuando la ovulación no se produce o es deficiente; factor tubárico, problemáticas relacionadas a las trompas de Falopio; factor cervical, cuando hay alteraciones a nivel del moco cervical que dificultan o impiden la subida de los espermatozoides hacia la cavidad del útero; factor uterino, en este grupo la endometriosis es muy frecuente; y factor embrionario, como las fallas en la implantación y las pérdidas gestacionales frecuentes.
Por supuesto, estos factores pueden verse afectados por causas de otro tipo, tales como hormonales, infecciosas, genéticas, inmunológicas y hematológicas; y variables psicosociales.
Cuando el hombre no puede concebir
La evaluación de la fertilidad en los hombres suele ser más sencilla porque su sistema reproductivo tiene menor complejidad. La consulta médica inicial consiste en un interrogatorio y un examen físico, seguido de un espermograma (análisis de una muestra de semen).
Las razones por las cuales el hombre puede tener problemas de fertilidad se resumen en: trastornos en la eyaculación que impiden una correcta disposición del semen en la vagina; trastornos en el semen; trastornos hormonales; anomalías genéticas, el 5% de los hombres infértiles, por ejemplo, presenta una alteración en sus cromosomas o “paquetes” de ADN; anomalías anatómicas, ciertas obstrucciones del tracto genital que bloquean parcial o totalmente el flujo del líquido seminal; criptorquidia, cuando en la infancia uno o los dos testículos no descendieron de forma adecuada; varicocele, se trata de una patología que dilata las venas de los testículos y puede, en algunos casos, producir un descenso progresivo en la capacidad de producir espermatozoides.
La pareja infértil y sus inquietudes
En todos los casos, más allá de cuáles son los orígenes de la infertilidad, se considera un problema de pareja. Afortunadamente, la circulación de información y el quiebre de viejos prejuicios produjeron un cambio social que ha facilitado la aceptación o disposición para afrontar el problema. Hoy las parejas son más abiertas para aceptar las dificultades reproductivas y buscan ayuda para resolver su problema sin tantos pruritos. Y en la práctica, a diferencia de lo que ocurría décadas atrás, a menudo son los dos quienes llegan juntos a la consulta médica.
Cuidar la fertilidad
En el mes del cuidado de la fertilidad, la sugerencia más importante que los especialistas podemos hacer a partir de los cambios sociales, es que las parejas, y las mujeres en particular, planifiquen cuándo desean tener hijos. De esta manera, frente a la decisión de posponer, podrán siempre decidirse a vitrificar óvulos, que, si bien no provee una garantía, sigue siendo la mejor respuesta que la ciencia tiene frente a la postergación.
Ésta es una técnica de congelamiento de óvulos con descenso brusco de la temperatura que permite lograr muy buenos resultados al descongelarlos. De esta manera, si una mujer preserva sus óvulos de los 30 y luego, decide encarar la búsqueda de un hijo, o más, y no lo logra en forma natural, va a disponer de esos óvulos criopreservados para poder intentarlo.
Poner en resguardo la fertilidad, es una decisión que está en nuestras manos.