Cuando se habla de un biólogo muchas veces nos viene a la cabeza el estereotípico explorador con una manga entomológica avanzando por las fangosas aguas amazónicas, el observador con prismáticos en mano haciendo recuentos de aves en un entorno palustre o aquel asegurando las sujeciones de radiotransmisores en los felinos del continente africano. Mientras que dichas actividades son llevadas a cabo día a día por todo el mundo, también hay un sinnúmero que se dedican a actividades no tan glamurosas en el laboratorio.
Las actividades que se llevan a cabo en estas salas de condiciones estrictamente controladas son mucho menos aparentes pero tienen un impacto más cercano y directo sobre la sociedad. Así, el listado de descubrimientos relacionados con el metabolismo humano, estudios sobre enfermedades transmitidas por dípteros, pruebas para detectar materiales carcinógenos, protocolos y metodologías para realizar experimentos médicos y otros es interminable.
La vida de un biólogo que trabaja en un laboratorio no es nada sencilla. Tómese como referencia aquellos que trabajan en la transferencia de embriones y desarrollo de técnicas de fecundación in vitro. Los embriones no pueden estar expuestos a fuentes luminosas intensas. Ya con niveles muy bajos de luz blanca o con un espectro ultravioleta marcado se advierten efectos negativos en los procesos. Las ventanas han de ser inexistentes y la mayoría de bombillas de índole comercial, con la excepción de algunos tipos de diodos LED, resultan nocivas. Esto obliga a realizar tareas que por lo general solicitan un gran esfuerzo visual en total penumbra. Los trabajadores de estas salas trabajan fuera de la zona de confort ocular y obviando la normativa europea en materia de luminotecnia que establece en dos mil lúmenes el flujo luminoso requerido para actividades de laboratorio. Claro está que esto sería completamente incompatible con la ejecución de la tarea.
Junto a otras normas que son de sentido común, como no comer en la sala, hay una serie de requerimientos que no son tan elementales. Existe una prohibición clara de acceder a los recintos donde se trabaja con embriones si se está enfermo y existe la posibilidad de estornudar. Evitar la formación de aerosoles (aire, saliva, tejidos, bacterias) que puedan contaminar cultivos y embriones comprometiendo los resultados es determinante. Igualmente importante es no utilizar perfumes o cosméticos que puedan desequilibrar el balance químico en los que se encuentran inmersos los diversos objetos de estudio o los embriones en transferencia.
Como se puede ver el trabajo de un embriólogo, biólogo especializado en fertilización in vitro, así como otros investigadores de laboratorio que se puedan ver afectados por este tipo de necesidades, es muy difícil y sin ninguna duda digno de loa.
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