¿Dónde quedaron las historias con final feliz? ¿Es que hubo algún momento de la historia en que decidimos que el ser felices no era suficiente y decidimos complicar nuestras vidas? Porque eso es lo que debería ser el amor: una bonita historia sin altibajos, de dos personas que se quieren y que lo darían todo la una por la otra, sin reservas, sin pausas, dispuestos a ser mejor juntos, a crecer, a evolucionar, a utilizarnos como sustento de la felicidad, para comprender que eso es lo fundamental.
¿Por qué la sociedad actual se empeña en pensar que eso es lo correcto? ¿Que debes vivir la vida y ser feliz, y que eso supone por ende ser independiente y no dar cuentas a nadie? Porque parece que la felicidad consiste, nada más y nada menos en la soledad, en la independencia, en hacer lo que queramos sin dar cuentas a nadie. Pues no amigos, estamos muy equivocados, y por suerte aún quedan personas auténticas, de verdad, de las que piensan por sí mismas y no se dejan llevar por los cánones actuales.
Personas con mayúsculas, que dan todo su amor a la persona que quieren sin miedo a caer, sin miedo a fracasar, porque en la vida merece la pena luchar y arriesgar, ser valientes y dar la cara a un mundo que cada vez se corrompe más. Esas parejas que arriesgan y ganan, convencidas de que es mejor ir a por tus sueños y ser feliz, porque son esos grandes logros de la vida los que más te llenan el alma.
Y sí, por supuesto, aún quedan de esas historias, que tras diversos fracasos jamás se rindió, que luchó y luchó hasta encontrar al verdadero amor de su vida y que, a día de hoy, no podría ser más feliz. Porque vagué y vagué en la soledad pero nunca dejé de creer, y eso es lo importante, porque hay historias que sí triunfan, y lo único que tienes que hacer es levantarte en cada caída, en cada decepción, porque a todo el mundo le llega su gran momento, ese momento tan merecido que solo está esperando aflorar en el momento más inesperado con la persona adecuada, porque para ser feliz primero tenemos que ser fuertes y tener fe.
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