María Tamayo y Rebeca Santiso reciben la distinción por su estudio sobre la influencia de la calidad de los ovocitos en las posibilidades de lograr un embarazo por la capacidad de estas células para reparar las roturas de ADN de los espermatozoides. Las investigadoras gallegas reciben la distinción de la sociedad europea por segundo año consecutivo.
El estudio, titulado “La calidad de los ovocitos determina las consecuencias que tiene la fragmentación del ADN espermático sobre la probabilidad de obtener un embarazo”, fue gestado en el laboratorio del centro, que dirige José Luis Fernández, en colaboración con laUnidad de Genética del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), la Universidad Autónoma de madrid y el Instituto Valenciano de Infertilidad.
Tamayo y Santiso se disputaron este reconocimiento con otros 138 estudios “de toda Europa, salvo uno de EE UU y otro de India”, señaló ayer Santiso. La investigación concluye que la edad de los ovocitos, las células sexuales femeninas, determinan la fertilidad de una pareja por su capacidad de reparar la fragmentación en el ADN de los espermatozoides. Cuanta mayor calidad tengan los ovocitos, mayor capacidad de reparación y, por tanto, mayor posibilidad de concebir. Y la calidad disminuye a medida que aumenta la edad, tanto en las células femeninas como en las masculinas, solo que las únicas que pueden reparar los daños propios y ajenos son las de las mujeres. “El espermatozoide es una célula muy sencilla en la que el ADN no está activo, su única misión es transportar el ADN paterno hacia el óvuulo para que se produzca la fecundación.
El óvulo es una célula más especializada que puede reparar su daño y el del espermatozoide una vez fecundado”, explica Rebeca Santiso. La investigadora asegura que los óvulos, “cuanto más jóvenes son, mayor calidad tienen y, por tanto, mayor posibilidad de reparar que los más viejos, que tienen peor calidad y reparán peor el daño propio y el del espermatozoide”. Los daños a los que se refiere el trabajo son las fragmentaciones en el ADN, es decir, roturas en el ADN, “que es lo que se une al ADN materno” en la fecundación, explica Santiso, por lo que un mayor porcentaje de fragmentación implica una disminución de la fertilidad.
La investigación sostiene que, para determinar las posibilidades de lograr un embarazo, deben tenerse en cuenta las condiciones de los dos miembros de la pareja y no la calidad de espermatozoides y óvulos por separado, dado que los segundos pueden reparar a los primeros y a sí mismos. “Cuando alguien es infértil, no lo es uno u otro, sino la pareja. Una muestra con la misma fragmentación tiene más probabilidades de embarazo en una mujer con ovocitos jóvenes que en una con ovocitos maduros”, detalla Santiso. “También es una llamada de atención a las clínicas de fertilidad”, señala María Tamayo en relación a la conclusión del estudio.
La científica defiende que, si la mujer va a ser fecundada con ovocitos ajenos, “una de las opciones que existen”, la concepción es posible si la calidad de las células sexuales femeninas es suficiente para compensar la de las masculinas aunque éstas presenten un alto porcentaje de rotura de ADN.