Nos reunimos con Reyes para un café en la terraza del Citilab (Cornellà de Llobregat), una antigua fábrica textil reformada donde se encuentra la redacción de lainfertilidad.com y estuvimos hablando sobre cómo ve ella el mundo de la reproducción asistida y de su experiencia en concreto.
“En torno a la infertilidad hay un halo de secretismo. Es un tabú ancestral y, a pesar de que vivimos en una sociedad supuestamente progresista, seguimos ocultando. Es nuestra vida privada y no es necesario contárselo a todo el mundo, pero de ahí a vivirlo como un estigma hay un abismo. No lo explicamos porque, contrariamente a lo que parezca, no se vive con normalidad. Todavía hay mucho tapujo y mucha tontería”, así nos lo dice Reyes.
Ella, cuando escribió el libro, encaró el reto como “el reportaje de su vida”, pensando podría ayudar a otras personas en su misma situación y también como terapia personal, para mantener la cabeza fría durante su proceso, ya que lo fue redactando mientras estaba inmersa en el tratamiento.
La historia que cuentas en el libro es algo con lo que muchos y muchas se van a identificar. Cuéntanos… ¿Cómo surgió la idea de hacer el libro? ¿Por qué es diferente al resto?
Yo ya era consciente de que tenía pocas posibilidades de ser madre. Por edad, 40 años cuando comencé el tratamiento, y porque mi pareja tenía baja calidad espermática. Él ya se había sometido a tres tratamientos de ICSI con su exmujer y no habían conseguido ningún resultado.
Nos enfrentamos con mucha serenidad. Con esperanza, pero no dándolo todo por ganado. Decidí no ser la protagonista, desdoblarme e intentar vivirlo como si no me pasara a mí. Inicie la escritura a tiempo real, a modo de diario. Y al poco tiempo contacté con Ediciones B y, como no había ningún libro de esas características, decidieron publicarlo aunque no estaba todavía terminado. No sabía si acabaría logrando un embarazo. Hay que tener claro que la fecundación in vitro no es una ciencia infalible y que no siempre que te sometes a un tratamiento consigues tu objetivo. Finalicé la parte del diario y pase a la redacción de la parte más periodística. Y en la primera versión del libro no desvelo si por fin me quedo embarazada. La finalidad del libro no es esa: el objetivo del libro es acompañar y explicar lo que no entendemos del proceso, desde el punto de vista del paciente, y para ello conté con el asesoramiento de profesionales médicos.
El primer ejemplar lo pudo tener mi hijo con ocho meses en sus manitas. Pensé que iba a tener mucha repercusión, pero ahí surgieron de nuevo los prejuicios. A la gente le da apuro que la vean con un libro de esta temática. Pero para mí lo importante es que haya servido a los que lo han leído, sean muchos o pocos. Cada vez que me escriben lectoras del libro contándome lo mucho que les ha ayudado me da mucha alegría, aunque no las conozca de nada.
¿Cómo ves el tema de la reproducción asistida en tu entorno actualmente? ¿Sigues viendo mucho tabú?
Sigue habiendo prejuicios y secretismo. Cuando publicamos el libro en papel, la editorial y yo pensábamos que contribuiríamos a que se diera a conocer este tema desde otra perspectiva, pero lo que encontramos fue que la gente tiene miedo a comprar un libro así, es como quien lleva una novela romántica y le da miedo que les tachen de romanticones. Tampoco verás a nadie por la calle mostrando la portada de un libro que se titule “Disfunción eréctil”. Sigue habiendo muchos tapujos y mucha tontería, en general. Y sobre la fecundación el desconocimiento hace que se digan muchas barbaridades. Gente que, con buena intención, te dice: – “Cuando te tranquilices, seguro que te quedas”, cuando hay una imposibilidad física real o médicos, pocos, que le dicen a pacientes con muy poco tacto que no valen. Pienso que es un tema delicado y que hay que cuidar mucho el lenguaje que se utiliza. A un hombre no le puedes decir “no vales”. Que yo sepa no te dan un carnet para ser padre y no se debe nunca ligar la infertilidad con patologías sexuales. En eso los hombres son muy sensibles. Tampoco se le puede decir a una mujer “estás vaciada”. Lo peor de todo es que personas que disponen de información y supuestamente de cierto nivel cultural dicen cosas sin pensarlas.
Hablando de tu caso, ¿qué problemas encontraste(is)? Por lo que pude leer, el problema era de tu pareja…
Yo entré en esto sabiendo que mi pareja ya había pasado por tres FIVs, la supuesta imposibilidad para ser padres venía por su parte. Pero los médicos lo catalogaron de “factor mixto” porque además de su problema con el esperma se unía mi edad. Me ahorré el proceso que se tuvo que tragar su anterior pareja. Y el que él tuviera que aceptar que era infértil. En este aspecto creo que yo jugué con mucha ventaja. Fuimos directos, no se perdió tiempo y hasta se aprovecharon los informes médicos antiguos. A los dos meses de relación sentimental me hice una histerosalpografía, que es una prueba que se realiza cuando se lleva mucho tiempo intentando quedarse embarazada. Ya sabíamos que había dificultades por el lado masculino así que me hice todas las pruebas ya que, como apuntó mi ginecóloga, solo faltaba que yo además tuviera algún problema añadido. Queríamos desde el primer momento saber nuestras posibilidades reales y de no ser posible cambiar nuestro proyecto de vida en pareja. Concienciarnos de que no podríamos ser padres. Como repito, jugábamos con ventaja. Se pierde un tiempo precioso con el diagnóstico. Y luego está la manía de decir: “la culpa es de él o de ella”. No. La culpa no es de nadie. Yo decidí que quería tener un hijo con esa persona y qué mala pata, que no podía tenerlos de una manera sencilla. Pero yo le había escogido a él como padre de mis hipotéticos hijos. Tendríamos más dificultades, no culpas, y había que intentarlo.
¿Cómo ha sido la experiencia de contárselo a vuestro entorno?
Yo lo he vivido con total naturalidad. Pero, el hecho de que mi pareja ya hubiera pasado por procesos similares indiscutiblemente ayudó. Se siente mucha presión y solo falta que tengas que ir con excusas y medias verdades. Es un tema privado, que no tiene por qué importar a nadie, pero tampoco se tiene que esconder.
Yo no tengo reparos en decir que mi hijo es in vitro. Y cuando lo comento, enseguida salen madres que me cuentan que su hijo o sus hijos también. Pero soy yo la que doy pie a que me expliquen. No interrogo, cuento.
La gente tiene miedo a muchas cosas. Es un proceso largo y doloroso, en el que no solamente cuenta el estado físico. Influye el estado de ánimo, el desgaste emocional, cómo lo llevas con la pareja… Muchas parejas se han separado por esta presión. Porque la mujer no se siente comprendida, porque el hombre se siente rechazado, porque solo se piensa en tener hijos y no se cuida la relación …
Esto es un proceso físico y psicológicamente duro… ¿Pensaste alguna vez en dejarlo?
Tuve días de bloqueo. De cansancio físico y mental. Yo no sabia hasta dónde llegaríamos, pero me tenía que poner un tope. Si a la tercera no sale… lo dejo, me dije. Y dos días antes de que me sacaran los óvulos estaba completamente vencida. Me daba lo mismo todo. Conseguí salir del paso con terapias alternativas y mentalizándome de que tenía que llegar hasta el final.
Aunque también hay que saber decir “basta”. No puedes estar cinco años de tu vida así porque el trabajo va mal, la pareja va mal, las relaciones sociales van mal… todo va mal. Eso sin hablar del tema económico. No eres menos persona por no tener un hijo biológico. Tienes otras opciones: adoptar, no tenerlos, enfocar tu vida por otros derroteros. Hay que buscar alternativas y no obsesionarse. No sirve pensar que la maternidad lo es todo, porque no es así. Hay que cuidar de uno mismo y del entorno. No puedes perder cosas por el camino. Puedes llegar a tener un hijo, pero si has perdido a tu pareja, tus amistades y hasta el trabajo el precio es excesivo. Un hijo es maravilloso pero no es lo único en la vida.
¿Hasta qué punto sabe tu hijo cómo llegó al mundo? ¿Cómo contárselo a los más pequeños?
Mi hijo tiene fotos hasta con los biólogos y le hablamos del tocólogo como si fuera de la familia. Y no hay ningún problema. Además, está acostumbrado a verse desde pequeño en la tele, en periódicos, etc… Es mucho más fácil explicárselo a los niños que a los mayores. Nosotros le hemos dicho simplemente que a sus papis les costaba mucho tener bebés y que fueron a unos médicos para que les ayudaran. Y de hecho a los niños de la familia les costo menos entender el proceso que a las personas mayores. A los niños lo que les resulta raro y hasta asquerosos es el contacto físico. El sexo, vaya. Y la explicación es la misma que se da en las clases. Se coge la semilla de mamá y la de papá, se juntan… Las mentiras y los circunloquios son los que lo hacen más difícil todo. Los niños no tienen prejuicios y espero que esta generación y las venideras tengan cada vez menos.
¿Qué ha sido lo más duro que has llegado a escuchar por parte de la gente con respecto al tema?
La gente insistía mucho con que adoptaramos. Pero curiosamente nadie con hijos adoptados nos lo decía. Tenían mucho más tacto. Sabían de los sufrimientos hasta poder conseguir un hijo y callaban. De todos modos, la gente es libre de hablar, y escuchas barbaridades como: “Si éste no funciona, búscate a otro”, “¿Y por qué no te acuestas con otro? te saldrá más barato”…
No sirve de nada contárselo a quien sabes que no te va a comprender. Si sabes que una persona opina de una forma y que lo que te diga no te va a gustar, ahórratelo. Si un señor es apostólico romano, no le puedes contar cosas sobre FIV… ¿para qué? No merece la pena…
¿Y el detalle más bonito que han tenido contigo a lo largo del proceso?
Yo estoy muy satisfecha con los médicos y con mi entorno. Estás tan necesitada de afecto que te agarras a cualquier cosa. Cuando me hicieron la transferencia, por ejemplo, vino el director del centro y me dio un abrazo y un beso. Fue un gesto sencillo pero en aquel momento me dio muchos ánimos.
Y hablaba tranquilamente con mis amigas y conocidos: quien era creyente me decía que pondría velas, que rezaría; quien creía más en el karma se encomendaba a sus dioses; cristales, gemas, reiki. Cada uno ayudaba según sus creencias. Yo soy atea, solo creo en las personas. Pero la fe sirve para sacar fuerzas y tener esperanza en los momentos malos. Tuve un amplio espectro de religiones y creencias en personas que pidieron por mí. Eso te hace sentir muy bien.
Aunque siempre hay detalles que molestan. Por ejemplo, si tus amigos han quedado para comer a una hora y tú te tienes que poner las inyecciones de hormonas, eso es lo prioritario. Y claro, para ellos no. Pero ocurre lo mismo cuando tienes hijos: solo quien los tiene sabe que no es fácil encontrar canguro, que tus planes cambian porque tienen fiebre, que no puedes salir por la noche o que tu conversación gira en torno a pañales y leches y no sobre las últimas novedades literarias. Tampoco hay que exigir complicidad. Si sabes que no te van a comprender, mejor no ponerlos a prueba.
Claro, porque hay personas que crees que van a estar ahí y al final no están…
Sí. Hay que aceptar que las personas no reaccionen de la manera tú esperas. Si tienes dudas, no te expongas. Como cuando eras una adolescente y solo le contabas tus líos amorosos a las amigas que te iban a decir cosas positivas. Hay que ahorrarse disgustos.
¿Qué ha sido lo más duro para ti de todo el proceso?
Dolor físico como tal no es que haya. Es molesto y continuo. Te afecta en los cambios de humor, estás triste, después pletórica… es un vaivén de cosas. Y molestias físicas. Yo tuve de todo: cándidas, herpes zóster, quistes… Todo lo que te puedas imaginar y más.
Conseguí el embazo tras dos ciclos largos y uno corto. Lo habitual, en un caso como el mío, es el ciclo largo, pero tras dos fracasos se probó con un ciclo corto y se consiguió que el proceso llegara a buen puerto. Tras dos ciclos largos tan seguidos no me podían aumentar la dosis de hormonas y me dijeron que si no iba bien, que me tomara un descanso. Pero no esperamos e iniciamos un tercer intento. Y es que en mi caso la edad era un handicap añadido.
¿Qué consejos le darías a las mujeres que están en tratamientos y que nos están leyendo ahora?
Que piensen en ellas misma, que sean egoístas. Tenéis que hacer un listado de todo lo que supone tener un hijo y todo lo que tendríais sin el. Por si acaso. No porque sea una opción: es una manera de abrirte puertas. De lo contrario te hundes. El mundo no se acaba por no tener hijos. Hay muchas cosas que te gustan y que no podrás hacer si tienes un hijo. Piensa en ellas.
La maternidad es maravillosa, pero también tiene su parte dura. Piensa en lo que tienes o lo que puedes conseguir sin ser madre. Hay que intentar poner toda la carne en el asador, ser positiva, pero la reproducción asistida no es una ciencia exacta. Así que hay que pensar que tal vez no puedas concebir.
¿Lo volverías a intentar para tener otro hijo?
No me lo puedo plantear porque no puedo. Consiguieron extraerme muy pocos óvulos y no se pudieron congelar embriones. Y si entonces ya tenía una edad poco recomendable, ahora ya ni lo pienso. Estoy ya con síntomas de pre-menopausia. Pero sí, me hubiera gustado que me hijo no fuera único. Además: de las fecundaciones in vitro salen muchos mellizos y trillizos, aunque eso los médicos no lo ven como un triunfo. Nosotros esperábamos mellizos y hasta nos sentimos un poco decepcionados al ver que solo había un feto. Pero ahora, claro, solo vemos las ventajas.
Siempre está la adopción como solución…
Ni nos la planteamos. Y que conste que respeto profundamente a las personas que adoptan, pero yo no me veo. Y mira que estoy rodeada de familia y amigas que han adoptado. Me quito el sombrero ante ellas, pero aquí cada uno es como es. Es una opción completamente personal.
¿Algo que hicieras en su día que hubieras hecho de otra forma si hubieras tenido más información, o al revés?
No. En principio no. Ahora existe una tecnología más sofisticada para dar con los espermatozoides más aptos, pero mira, con menos también hicimos. Creo que tuve lo mejor que podía tener en ese momento. Con las armas que uno tiene son con las que se tiene que luchar.
¿Tuviste contacto con otras mujeres de tu entorno o por internet que estuvieran pasando por lo mismo con las que poder compartir la experiencia en ese momento?
No. Por edad y situación, no coincidía con nadie. Por internet tampoco me puse a buscar. Después de este libro indague mucho. Realicé una serie de informes para una clínica, y bueno, en el libro ya lo digo, que hay que tener cuidado con internet. Si una persona lo primero que pone es FIV en Google, lo que encuentra no le va a gustar: grupos fundamentalistas cristianos que te van a poner a parir y una sarta de tonterías elevadas a la máxima potencia.
Sí que hay foros de instituciones médicas y blogs. Los foros están bien, pero tienen su parte buena y su parte mala. La positiva es la privacidad, el anonimato que te brinda hablar por ese canal y la complicidad. La parte mala es que existe mucha comparación entre casos y como somos la sociedad de la automedicación corremos el riesgo de creernos médicos. Y no lo somos. La red ofrece una libertad maravillosa, pero en ocasiones se ha de saber utilizar esa libertad. No todo lo que aparece en internet es cierto. Tiene que estar avalado por una fuente fiable, y además: lo que a una mujer le va bien a otra le puede ir fatal. Si tanto supiéramos, no haría falta ir al médico, nosotras daríamos con la solución. Hay que consultar siempre con nuestro médico y confiar en él.
Y mucho cuidado con los medicamentos que les han sobrado a pacientes y que los brindan desinteresadamente o que los venden a menor precio. Son unos fármacos muy delicados que tienen que estar en unas condiciones determinadas y nos podemos arriesgar a que un ciclo falle por la medicación. Y que conste que entiendo el tráfico casi clandestino que existe en la red, porque la medicación es carísima, pero no nos podemos arriesgar.
¿Tenías algún prejuicio antes de empezar en esto?
No. No quería semen de donante, que fue lo primero que se me ofreció y, ni dado el caso, óvulos de donante, ni adopción. Pero no sé qué hubiera pasado si no hubiera conseguido tener a mi hijo, tal vez hubiera cambiado mi opinión en algunos aspectos. Es algo que no sé. En esta vida nunca se puede decir de esta agua no beberé.
Ya para terminar, volviendo al libro, que podemos encontrar en Amazon… ¿Qué novedades hay en esta reedición digital, para dispositivos Kindle?
Por un lado, he añadido todos los avances que se han producido en estos últimos cinco años y que son muchos. Es la parte más remarcable. Y también he incorporado reflexiones y la experiencia que solo se puede adquirir “a posteriori”. A pesar de tener a mi hijo sigo interesada en la infertilidad y escribiendo sobre la fecundación asistida. Sigo ligada pero ahora puedo aportar, además de mi experiencia, conocimientos que gracias al contacto con la comunidad médica he ido adquiriendo. Si todo esto sirve para ayudar a las personas que se encuentran en este proceso tan delicado, me doy por satisfecha.