Para muchas personas la adopción es la última puerta a la que se puede llamar para experimentar la sensación de ser padres. En algunas ocasiones, atrás quedan infructuosos intentos de lograr el embarazo de forma natural o bien con métodos de reproducción asistida.
Y llega un día en el que una pareja decide adoptar a un niño. Ambos saben que el proceso legal va a ser algo complicado pero han decidido ser padres.
En sus corazones hay ya lugar para esa persona que llenará sus vidas de amor y de esperanza. La pregunta de siempre ronda por las mentes de los que rodean a la pareja, ¿vais a querer a ese hijo como si fuera vuestro?
La respuesta es un gran sí. Porque no solo se trata de ser padres sino de ayudar a una persona con incierto futuro a realizarse, a tener una familia, a tener un futuro y un proyecto de vida. No es que haya que hablar en futuro sino en presente. A un hijo adoptado se le ama desde antes de adoptarlo porque la adopción es un acto de amor sin límites hacia esa persona que será el rey o la reina de la casa desde su llegada.
Como muestra un botón. Las miles de parejas que han adoptado a niños en todo el planeta, en algunos casos incluso teniendo ya hijos naturales, confirman que un hijo adoptado es igual que un hijo propio. Que la entrega es la misma, que el amor es el mismo, que la sensación es la misma, que el futuro de esa nueva familia ha de ser tan positivo como el de cualquier otra.
Hemos decidido empezar el proceso de la adopción es una frase que muchas parejas no se atreven a decir por el miedo al qué dirán o al qué pensarán. Si te atreves a decirla sabes que tu vida ya ha cambiado, que tu familia será una realidad, que tu hijo será tan querido y amado como quizás nunca lo habría sido, en definitiva, tu sueño es el mismo que el de tu hijo: tener una familia.
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