Home › Foros › Madres y padres › como se pone un supositorio
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3 de diciembre de 2018 a las 14:30 #5969153 de diciembre de 2018 a las 15:40 #1112002nituMiembro
Hola noa,
YO, cuando le he tenido que poner un supositorio a Álvaro se lo he puesto al reves, es decir, introduciéndole primero el lado plano del supositorio y al final la punta y la verdad es que entra muy bien.
Luego le aprieto un momentito los cachetes del culito y ahí se acaba la operación.
Besosss3 de diciembre de 2018 a las 22:02 #1112172TICHITONMiembroEs que van así, la parte plana es la que se introduce, y la forma del supositorio con la punta está pensada para que cuando se introduce no se salga hacia afuera, cuando hacen fuerza lo que se consigue es que vaya hacia dentro. Bueno yo lo sé porque nos lo explicarón en unas prácticas en la facultad, en la que haciamos supositorios, todos pensabamos que se ponian al revés, je je.
4 de diciembre de 2018 a las 09:13 #1112230girasolesParticipanteEfectivamente, como bien te ha dicho Hermione (me encanta tu nick, por cierto), se ponen por la parte plana, y la forma de pico hace que vayan “disparados” hacia dentro en vez de salirse.
¡Toda una vida equivocados!… jajaja
4 de diciembre de 2018 a las 19:48 #1112552tbellMiembroDe repente me habéis he hecho recordar un fragmento del prefacio de La Colmena, de Camilo José Cela. No tiene nada que ver con las mamis y los peques, pero igual os arranca una sonrisilla
“En esa alcoba me atacó un día un fiebrón de pronóstico; mi mujer llamó al médico, don Mariano Moreno, y éste me diagnosticó anginas y me recetó unos supositorios muy buenos, que eran la última palabra de la ciencia. Tenía que ponerme uno por la noche y otro a la mañana siguiente. Pues bien: después de cenar y cuando ya nos disponíamos a dormir, mi mujer me dio el primer supositorio pero cuando, lleno de resignación,iba a ponérmelo, se fue la luz sin esperar a que la apagásemos sino porque quiso, y la deprimente escena tuvo queser rematada a oscuras y al tacto. A la mañana siguiente, mi mujer, que tiene cierta condicionada paciencia con los enfermos, me ofreció un nuevo supositorio incluso con su mejor sonrisa.
—Toma, Camilo José, ponte el otro supositorio.
Yo sentí que la sangre se me agolpaba en la cabeza, que de repente se vio invadida de las más negras ideaciones.
La voz se me puso ronca y solemne y me cerré a la banda.
—No, hermosa, ese otro supositorio se lo va a poner tumadre. ¡Con lo que rasca!
—¿Cómo que rasca?
—¡Pues claro que rasca! ¡Rasca un horror! ¿Te enteras? ¡Un horror!
—Pero, hombre, ¿cómo va a rascar un supositorio?
—¡Yo qué sé cómo! ¡Lo que yo sé es que rasca! ¡Vayasi rasca! Prefiero las anginas a los supositorios; antes, cuando no había supositorios, las anginas se quitaban solas, soplando bicarbonato y dándose toques con glicerina yodada. A mí, déjame en paz.
Mi mujer, que no entendía nada, me peló un supositorio y me lo pasó por el dorso de la mano.
—¿Cómo es posible que digas que esto rasca?
Guardé silencio; en mi obnubilada mente acababa de nacer un rayito de claridad. Cuando entendí lo que pasa-ba, volví a hablar.
—Perdona.
—¿Porqué?
—No, por nada… Anda, dame el supositorio.
—¿Te lo vas a poner?
—Sí. La culpa fue de la compañía de la luz…, no tienen conciencia… Anoche, cuando se fue la luz, me puse el supositorio con el papel de plata…, no se lo digas a nadie..”Imagino que todas le quitáis el papel de plata, pero por si acaso
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