El camino de la reproducción asistida no es fácil. En él se mezclan factores puramente biológicos y médicos con sentimientos y aspectos psicológicos nada fáciles de manejar. De hecho, varias investigaciones han llegado a la conclusión de que el diagnóstico de infertilidad acarrea el mismo nivel de estrés y ansiedad que el de cáncer. Por eso, en nuestra unidad siempre hemos defendido el soporte emocional como parte del tratamiento integral de la infertilidad.
Cuando en el proceso de reproducción asistida se hace necesario recurrir a la donación de gametos o embriones, este factor emocional adquiere una dimensión mucho más compleja. A la crisis vital y las sensaciones de angustia, pérdida y frustración presentes en los casos de infertilidad, hay que sumarle la decepción y la frustración asociadas al hecho de que los hijos no vayan a tener la misma carga genética que sus progenitores.
La Sociedad Española de Fertilidad ha auspiciado un trabajo al respecto publicado en la revista Medicina Reproductiva y Embriología Clínica en el que ha participado nuestra psicóloga Vicenta Giménez. En él se recogen las recomendaciones que los expertos consideran necesarias para “ayudar a los pacientes a procesar el cambio que se produce en el tratamiento de reproducción asistida y que implica la renuncia a los propios gametos en uno o ambos miembros de la pareja”.
¿Por qué un abordaje específico en los casos de donación?
Hay que partir de la base de que la mayoría de los que recurren a la donación de gametos no contemplaron esta opción o cuando menos la vieron bastante lejana, de forma que hay que trabajar para recomponer el esquema mental que tenían en el comienzo del proceso y a procesar el cambio que implica la renuncia a los propios genes. Por otra parte, estos pacientes suelen llegar a la donación después de haber pasado por uno o varios ciclos realizados con sus propios gametos, con todo el cansancio y estrés físico y mental que ello conlleva.
Esta suma de circunstancias condiciona el trabajo de los psicólogos para los que las recomendaciones recogidas en el trabajo tienen un solo hilo conductor: la reflexión.
Este ejercicio de reflexión ha de ser promovido incluso en las parejas que presentan aceptación plena de la donación de gametos. En estos casos hay que asegurarse de que toman la decisión de manera consciente, unánime y no acuciados por el deseo irrefrenable de tener descendencia. Tanto en estas parejas como en las que tienen “aceptación con reservas”, el equipo de especialistas tendrá que resolver dudas lógicas que no se habían planteado con anterioridad: en qué consiste el tratamiento, qué diferencia hay con lo que ya se ha intentado, cómo se selecciona a los donantes, a quién se parecerá el bebé, cuándo revelarle su origen si es que hay que hacerlo, aspectos legales de interés, choque con preceptos religiosos, cuál es la experiencia de otras familias que también se formaron por donación…
Es más, si la pareja manifiesta un rechazo explícito a esta alternativa habrá que gestionar el duelo y la conclusión de su camino haciéndoles ver que se trata de algo legítimo y absolutamente respetable y que no deberían sentirse juzgados por no querer esta posibilidad.
La tensión emocional derivada de los procesos de reproducción asistida en los que se necesita donación de gametos o embriones puede generar muchos sentimientos negativos (ira, rabia, frustración, desilusión, tristeza, impotencia…) que no hacen sino alejarnos de la posibilidad de tener hijos, dado que dificultan el proceso y la adherencia a los tratamientos prescritos. Por todo ello, es nuestro deber como profesionales abordar este ámbito y favorecer la reflexión necesaria para tomar una decisión consciente y meditada, tanto si se decide seguir adelante como si se opta por concluir el camino.