Miguel es padre de un bebé de tres años. Junto a su mujer, recurrió a la gestación subrogada, ya que no conseguía quedarse embarazada. Viajaron a Kiez y, tras muchos trámites burocráticos, y los nueve meses de embarazo de una mujer gestante que ellos eligieron, volvieron a Santurtzi con su bebé. “Tuvimos mucho contacto con la madre gestante”, reconoce Miguel, miembro de la Asociación son nuestros hijos, “algo que es fundamental durante todo el proceso”.
Angel tiene un bebé de un año. Su pareja se sometió a diferentes tratamientos de fertiilidad pero, finalmente, recurrieron a la gestacíon subrogada. Un camino difícil, dice, aunque “una vez que tenemos el tesoro en casa es más llevadero”. Angel, miembro de la Asociación de Gestación Asistida Reproductiva (AGAR), reconoce que se debe regularizar. Algo que comparte Ana Miramontes, abogada. Considera que “habría que regularizar para dar seguridad jurídica, seguridad social y seguridad a todos los niveles a una situación que ha llegado para quedarse. Involucra a menores, a sus padres, que deben tener los derechos en condiciones de igualdad con el resto de padres y madres, y a las mujeres que les ayudan y que se disponen a disposición de esas familias”.