La vagina es el órgano de nuestro cuerpo que, mediante la penetración en las relaciones sexuales, permite la llegada y posterior fecundación de los espermatozoides en nuestro óvulo. Podríamos concebirla como un “espacio virtual”, muy elástica y adaptable, sus paredes se tocan cuando no tiene nada en su interior, pero si está relajada puede adaptarse al pene o cualquier objeto que se le introduzca rodeándolo y acariciándolo… Esto es así porque la rodea una musculatura llamada pubococcígea, que va desde el pubis hasta el coxis, también muy flexible.
Sin embargo, en ocasiones esta musculatura se contrae y hace imposible la penetración; es lo que técnicamente se conoce como vaginismo. Cuando esto sucede, la sexualidad puede seguir siendo satisfactoria sin penetración, la mayoría de veces el deseo, la excitación y el placer sexual se mantienen intactos, y también la capacidad de alcanzar orgasmos. Aún así, la mujer puede querer mejorar esta situación para poder mantener relaciones sexuales coitales o penetraciones sin limitaciones.
Cuando surge el deseo de la maternidad, resolver esta dificultad sexual se convierte en algo prioritario, ya que al objetivo del placer se suma ahora el de la reproducción. El vaginismo impide la penetración, imprescindible para conseguir un embarazo de manera natural, y además limita también las revisiones ginecológicas importantes dentro de la planificación del embarazo.
¿Porqué sucede?
La contracción involuntaria de la vagina suele aparecer como un aprendizaje, es decir, la vagina se contrae como un mecanismo de protección frente a una situación que prevemos que resultará dolorosa, ya sea a nivel físico o emocional.
Diferentes situaciones como pueden ser el miedo a la penetración, el miedo al embarazo y/o al parto, la vivencia de la sexualidad como algo vergonzoso o culpabilizador, la educación sexual negativa, el poco conocimiento de nuestro cuerpo (especialmente de nuestro aparato reproductor), pueden hacer que se llegue al primer intento de penetración (ya sea en una relación sexual, por el uso de tampones o juguetes eróticos, en una revisión ginecológica, etc.) con mucha tensión vaginal. Esta misma tensión vaginal puede provocar que el intento de penetración resulte molesto o doloroso, lo que hará que la tensión vaginal crezca, y también el miedo, manteniéndose y reforzándose también el problema.
Otras mujeres han disfrutado de la penetración durante mucho tiempo y alguna situación provoca que la vagina se contraiga. Las razones pueden ser muy diversas pero suelen relacionarse con: experiencias dolorosas o traumáticas de penetración, infecciones, inflamaciones o intervenciones quirúrgicas a nivel de aparato reproductor, crisis de pareja, malestares emocionales, postparto, etc.
¿Qué hacer?
Como ya os he comentado, la vagina se contrae como un mecanismo de protección ante algo que considera una amenaza, se trata por tanto de un aprendizaje involuntario. El objetivo será pues desaprender este mecanismo.
El vaginismo requiere de un tratamiento por parte de un/a especialista en sexología, y su pronóstico es muy bueno. El/La sexólogo/a te dará herramientas para que aprendas a tomar conciencia de tu vagina y a relajarla, para así irte acercando a la penetración al ritmo que necesites, hasta llegar a tener penetraciones placenteras.
Como primera pincelada te propongo que observes si tienes tendencia a contraer la musculatura de tu vagina o ano, por ejemplo sentándote frecuentemente con las piernas cruzadas, contrayendo los glúteos cuando estás de pie o en situaciones de tensión, haciendo algún tipo de ejercicio físico que se centre en esta tensión (GAP, pilates, etc.), etc. Toma conciencia de estas tensiones e intenta generar hábitos que mantengan toda la zona pélvica/vaginal/anal relajada.
Si tienes planes de quedarte embarazada y te has sentido identificada con este post, te recomiendo que busques un especialista en sexología en tu zona: este es el primer paso para el cuidado de tu fertilidad.
Mara Segarra