Es frecuente, por parte de todas las parejas que recurren a Fecundación In Vitro, intentar valorar el éxito del ciclo por la calidad de los embriones que han obtenido. El problema es que la pregunta de: “¿Son buenos mis embriones?” no tiene una única respuesta y en ningún caso es fácil de responder.
Y este no es un tema trivial, ya que el poder obtener una buena clasificación embrionaria nos puede facilitar el conseguir antes un embarazo, orientarnos sobre si vamos o no por el buen camino e incluso reducir el número de embarazos múltiples. Si somos capaces de conocer cuál es el mejor embrión, aquél que va a conseguir implantar, podríamos mejorar los resultados y evitar el tener que transferir más de un embrión en cada ciclo.
El problema lo tenemos en cómo realizar esa valoración de una forma objetiva.
El procedimiento tradicionalmente utilizado ha sido en base a observaciones puntuales sobre características como son el número y simetría de las células o el grado de fragmentación y de dichas observaciones partía finalmente una clasificación para la que se utilizaban generalmente las letras A, B, C y D, siendo los clasificados como A aquellos embriones que teóricamente tenían una mayor capacidad de implantación y D los peores.
Con el tiempo hemos visto como este sistema de clasificación se ha mostrado claramente insuficiente (el que sea un embrión bonito no implica necesariamente que sea un buen embrión) y se han intentado desarrollar otros procedimientos que nos aporten una información complementaria a la que ahora disponemos.
Para ello, la incorporación de sistemas de grabación continua Time-Lapse en los laboratorios de Reproducción Asistida ha supuesto un gran avance ya que nos permite un seguimiento exhaustivo de la evolución de nuestros embriones. La posibilidad de grabarlos minuto a minuto facilita el acceso a muchísima información de la que antes no se disponía, así como el analizarla tantas veces como sea necesario.
Por otra parte han empezado a aparecer sistemas de análisis automatizado capaces de revisar de forma simultánea múltiples variables del embrión facilitándonos una clasificación más objetiva de la que hasta ahora hemos estado utilizando. El sistema Eeva (Early Embryo Viability Assessment) utilizado en nuestro laboratorio es un claro ejemplo de ello. Dicho sistema es el primero acreditado como sistema objetivo de análisis de la viabilidad embrionaria por parte de la exigente FDA americana.
Pero por encima de todo hay que tener en cuenta dos cosas, la primera es que por muy buena clasificación (o mala) que nos dé el sistema que utilicemos no nos garantiza el embarazo ya que hay muchos otros factores que influyen en que un embrión implante.
Únicamente es otro dato más a tener en cuenta. Y nunca hay que descartar ningún embrión por mala clasificación que tenga. Siempre se ha dicho que de un embrión feo puede nacer un bebé precioso.
Y lo segundo es que ningún procedimiento va a hacer que necesariamente tengamos embriones óptimos. Eso va a depender de los gametos (óvulos y espermatozoides) de cada pareja. Lo que va a hacer es darnos información más objetiva de lo que tenemos.
Pero lo que si que está claro es que el concepto “embriones bonitos, embriones buenos” ha quedado actualmente superado.