No importa donde vayamos, los villancicos y las canciones navideñas son omnipresentes. No podemos escapar. Los temas clásicos de estas celebraciones se repiten hasta la saciedad. De hecho, ahora mismo en Spotify algunas de las canciones más escuchadas son: “Have Yourself a Merry Little Christmas” de Michael Bublé y “White Christmas” de Bing Crosby.
Para algunas personas, ese bombardeo acústico navideño puede convertirse en un auténtico suplicio que les pasa una elevada factura emocional. Por tanto, si eres de aquellos que se estresan con los villancicos, debes saber que no estás solo en el mundo. De hecho, en Estados Unidos, el 23% de las personas reconocen que no les gustan las canciones navideñas y que incluso les generan estrés. En el Reino Unido ese porcentaje aumenta al 25%.
La mayoría de las personas indican que les molesta que sean tan repetitivas, a otros les molesta el volumen y otros reconocen que odian ese género musical. Curiosamente, también indicaron que escuchar muchas canciones navideñas tiene el efecto contrario: les quitan las ganas de celebrar y les pone de mal humor.
Ese fenómeno tiene una explicación neuropsicológica.
Efecto de mera exposición: Cuando mucho se convierte en demasiado
El efecto de mera exposición es un fenómeno psicológico que aumenta o disminuye nuestra aceptación y agrado hacia un estímulo según el grado de exposición. Se ha comprobado que algunas personas desarrollan una actitud positiva hacia los estímulos en base a la exposición repetida, es lo que se conoce como “principio de familiaridad”. Puede tratarse lo mismo de pinturas, música o incluso de otras personas.
Lo curioso es que este fenómeno no es totalmente consciente. Es decir, aunque no le prestemos mucha atención a la canción que suena de fondo, nuestro cerebro toma nota de ella. Al reconocer los villancicos, por ejemplo, estos generan sentimientos de nostalgia y activan el espíritu navideño. Se activa el efecto de familiaridad y nos sentimos a gusto y seguros. El problema viene después porque escuchar “Jingle Bells” o “Blanca Navidad” por millonésima vez puede llegar a generar molestia, aburrimiento e incluso angustia, según afirman investigadores de la Universidad Estatal de Washington.
Una exposición excesiva a ciertos estímulos o canciones puede terminar generando el efecto contrario y hacer que los rechacemos. Cuando la música navideña suena sin parar, nuestro cerebro termina sobresaturándose, por lo que desencadena una respuesta negativa.
De hecho, este tipo de música puede llegar a tener un efecto drenante, sobre todo en las personas que están más expuestas, como quienes trabajan en las tiendas y centros comerciales. Cuando no nos gusta una canción, intentamos apartarla de nuestra mente pensando en otras cosas, lo cual hace que gastemos una gran cantidad de energía mental y terminemos sufriendo una auténtica fatiga cognitiva.
El costo emocional también depende del significado personal de la Navidad
Si a la cansina repetición de los villancicos se le suman otras preocupaciones propias de las fechas navideñas, como el hecho de tener que encontrar a familiares con los que tenemos poco en común y con los que a menudo terminamos discutiendo, la presión económica que supone comprar los regalos y el estrés por organizar las vacaciones, entonces esas canciones solo sirven para reforzar la ansiedad y la sensación de agobio. De hecho, no es extraño que muchas personas cuenten que les genera la sensación de sentirse atrapados.
En otros casos, los villancicos pueden terminar activando recuerdos dolorosos de años pasados o de personas queridas que ya no están, por lo que pueden incrementar la sensación de soledad que muchos experimentan durante estas fechas.