Cuando una mujer decide recurrir a técnicas de reproducción asistida y donación de óvulos, una de las dudas más frecuentes y angustiantes es si reconocerán a ese bebé como propio, como suyo, sabiendo que genéticamente tiene otro origen. Obviamente, esto es parte del duelo que previamente debe hacer esta mamá: el duelo de la imposibilidad de concebir un hijo con células propias. Los pensamientos negativos son muchos: ¿Lo voy a sentir como propio? ¿Lo voy a querer igual? ¿Me querrá igual? ¿Hará diferencias entre el padre y yo?
Vamos a empezar por el principio. Un óvulo inicia la vida, es cierto. Pero acaso… ¿no es la presencia de la madre la que sostiene esa vida para siempre?
Mucho de todo esto tiene que ver con la capacidad de aceptar, de comprender, de descubrir y de abrirse a otras alternativas. Cuando la mamá puede aceptar la pérdida de la capacidad de tener un hijo con óvulos propios, y acepta óvulos donados, también empieza a aceptar que el arte de ser madre no depende solamente de la materia prima con la que “se hace al bebé”. Es mucho, muchísimo más que eso.
Si sólo vemos en el futuro hijo, el óvulo que no podemos generar, nunca podremos focalizarnos en todo lo que sí le podemos brindar. ¿Y no es un desperdicio? Una vez que soltamos el peso emocional que le damos a la célula donada, cobran importancia otras cosas que son aún más trascendentales para la vida humana.
Es muy poco lo que se dice y se escribe sobre el futuro de la mamá y el bebé nacido gracias a estas técnicas. En este contexto, es muy poco lo que se habla de la construcción del vínculo de apego entre madre e hijo, y menos aún de la importancia que tiene la crianza en todos los aspectos, hasta los más biológicos como los maravillosos cambios que se producen en el cerebro del bebé con la estimulación de la mamá.
El apego es ese lazo invisible que une a la mamá y al bebé. Vínculo, lazo, energía, una cuerda invisible que nos une a nuestro hijo, no importa de qué manera haya sido concebido. Ese apego lo va a aportar sólo uno, nadie como uno, y me gusta explicarles a las pacientes que es como el “ADN psicológico” que uno impronta en su hijo.
Tus abrazos, tus besos, tus caricias, tus miradas, tu olor, tu voz, tu ritmo cardíaco, tu forma de cargarlo, tus expectativas con respecto a ese hijo… son absolutamente únicos y van a ser reconocidos por ese bebé como “la seguridad de su mamá”. Nadie más en el mundo tiene todo eso.
Nada de todo esto se dona, nada de todo esto se consigue en un centro de reproducción asistida. Quizás, por todo eso que no aportan, es que a las donantes las llamamos donantes, y no madres…
Personalmente, creo que donar no necesariamente es un acto de amor, pero que sí es un acto de generosidad. De generosidad de alguien que pone el cuerpo, se somete a estudios, a inyecciones, a procedimientos médicos… No creo que haya dinero suficiente que pueda pagar eso. Y la generosidad es siempre un buen comienzo.
La clave es trabajar la aceptación del problema, para dar lugar a la aceptación de lo que generosamente se nos da: un óvulo, una oportunidad…
Lic. María Cecilia Veiga
Staff de ProMamás
(Asistencia Psicológica a Pacientes en Tratamiento de Reproducción Asistida)