Se llama Mooza Al Matrooshi y nació con una enfermedad genética llamada betatalasemia, que le hizo tener que someterse a un duro régimen de quimioterapia cuando apenas tenía 9 años de edad. Sus posibilidades de ser madre podrían haber terminado ahí, pero sus médicos optaron por llevar a cabo un procedimiento muy poco usado en aquella época: extraer su ovario derecho, aún incapaz de producir ovocitos, y congelarlo para protegerlo del daño de la quimioterapia. Quince años después de aquella decisión, Al Matrooshi ha sido madre en el londinense hospital de Portland.
La congelación de tejido ovárico es la única técnica de reproducción asistida posible para las niñas que pierden su capacidad reproductiva antes de que les venga la regla, es decir, antes de producir ovocitos que puedan ser vitrificados en esperar de ser utilizados posteriormente en una fecundación in vitro (FIV). Se trata de un procedimiento muy joven, ya que sólo han pasado 23 años desde que se demostrara su eficacia en animales.
Pero no fue hasta el año pasado que se supo que la técnica también funcionaría en adultos, en un estudio que se publicó en Human Reproduction y que atrajo numerosa atención mediática. La primera paciente a la que se congeló tejido ovárico antes de la menarquía fue una niña congoleña residente en Bélgica de 14 años.
Desde entonces, la literatura científica ha recogido al menos otro caso, del que no se ha hecho pública la identidad. En España, también se ha aplicado el procedimiento en varios hospitales, como La Fe o el Sant Joan de Deu, pero aún no se han dado los embarazos consecuentes, porque las niñas no han alcanzado la edad o el deseo de convertirse en madres.
La principal diferencia entre el primer caso de éxito de congelación de tejido ovárico y éste es la edad de la paciente: aunque a ninguna de las dos les había venido la regla al ser tratadas de sus respectivas enfermedades -la primera niña tenía anemia de células falciformes-, Al Matrooshi tenía 9 años, en lugar de los 14 del caso belga. Se convierte, así, en la paciente más joven en la que funciona el procedimiento.
Otra diferencia importante es cómo concibieron a su descendencia. En teoría, el uso de esta técnica no requiere a posteriori de reproducción asistida. Cuando la paciente se cura de su enfermedad y quiere ser madre, recibe de nuevo el tejido extraído y se inicia la actividad ovárica. En el caso de la niña congoleña, tardó seis meses en tener la regla, en su caso por primera vez. Esto le permitió ser madre de forma natural.
En este último caso, sin embargo, Matrooshi no ha podido ser madre sin ayuda. Aunque fue capaz de producir ovocitos, estos tuvieron que ser fecundados in vitro. El resultado del procedimiento fueron tres embriones, de los que implantó dos, uno de los cuáles se ha convertido en su primer hijo.