A esta madre de la que os hablamos hoy, embarazada de gemelos, las cosas se le torcieron y tras una desgraciada noticia, que uno de los fetos no había sobrevivido, llegó otra. El segundo de sus bebés sufría un raro tumor que también ponía en riesgo su vida.
Se trataba de un teratoma sacrococcígeo, un tumor que se desarrolla antes del nacimiento y crece en el coxis del feto. En ocasiones, ese tumor crece controlado y se puede esperar al nacimiento para extirparlo. Pero, como aumenta de tamaño gracias al fluido sanguíneo del bebé, en ocasiones “compiten” y gana el tumor, que crece y crece, provocando la muerte fetal.
Si bien su frecuencia es baja, el teratoma sacrococcígeo representa la lesión tumoral más frecuente durante la gestación: aproximadamente se da en uno de cada 35.000 embarazos. La mortalidad perinatal de este tumor que se diagnostica prenatalmente es de un 25-37%, a menudo debido a una insuficiencia cardiaca (por tratarse de teratomas de crecimiento rápido, sólidos y altamente vascularizados). En muchas ocasiones, dependiendo de las características de la gestante y del feto, se recurre a la interrupción del embarazo o a la cirugía postnatal.
Por fortuna, la fetoscopia o cirugía al feto cuando aún está en el útero ha avanzado muchísimo en los últimos años y también se puede utilizar en ocasiones para tratar el teratoma. Y aunque no era la opción más sencilla, fue la que escogió para su bebé la madre, Margaret Boemer, de Texas (Estados Unidos), cuando algunos doctores habían sugerido la posibilidad de interrumpir el embarazo.
A las 23 semanas de gestación, siete semanas después de haber detectado el problema y tras haber perdido a uno de sus bebés en el primer trimestre, el tumor estaba cerrando el corazón del feto que seguía con vida, lo que lo hizo entrar en insuficiencia cardíaca. El tumor era casi tan grande como el bebé y los especialistas del Texas Children’s Fetal Center vieron viable la operación.
Durante la delicada intervención, el corazón se detuvo y lo reactivaron gracias a la intervención del cardiólogo la medicación adecuada. Por eso, no es de extrañar que la madre diga que su bebé ha nacido dos veces. El proceso fue largo, casi cinco horas, principalmente por la incisión y sutura del útero, una operación minuciosa. La extracción del tumor en sí fue cuestión de 20 minutos, con las piernas y el torso del feto fuera del útero materno. Y la intervención terminó con éxito.
La pequeña volvió a nacer a las 36 semanas de embarazo y después de ocho días de su nacimiento se completó la operación para eliminar los restos del tumor. Tanto ella como la madre están bien y por supuesto, la madre feliz tres la decisión que salvó la vida a su hija, que se llama Lynlee.
De manera que se puede decir que la niña es otro “bebé milagro”, una pequeña que nació dos veces y que luchó por salir adelante gracias a la intervención médica, para alegría de toda su familia y esperanza de otros embarazos que tengan este problema.