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Mamá ¿de dónde vengo?



Cuando la vida te brinda una segunda oportunidad

La presentadora Irma Soriano, 53 años, es de los pocos rostros conocidos que se atreven a hablar sin problema de cómo tuvo que recurrir a la ciencia para tener a sus dos hijos menores. No solo no le importa compartirlo, sino que anima a otras mujeres a ponerse en manos profesionales si no logran quedarse embarazadas. Irma, tras tener de manera natural a sus dos hijos mayores, Triana y Antonio, se hizo una ligadura de trompas a los 38 años. “Pero la vida te da sorpresas y cuatro años después entraba por las puertas del Instituto Madrileño de Fertilidad (IMF) y me trataba con el doctor Federico Galera. Tuve que someterme a varios procedimientos de FIV (Fecundación in vitro). Resultó un camino largo y muy duro emocionalmente. Cuando te dicen que no te has quedado embarazada te sientes vacía. Hay parejas que no aguantan la presión; nuestros compañeros deben tener mucha paciencia con nosotras. Y la actitud que uno tenga juega mucho a tu favor en todo el proceso. Me quedé embarazada de Carmen con 44 años y, como habíamos dejado varios embriones congelados, lo intentamos de nuevo, y llegó Luis Juan cuando ya había cumplido los 48. Tuve dos embarazos estupendos a pesar de que me habían extirpado el tiroides 10 años atrás. Animo a todas las mujeres a que se beneficien de los avances de la ciencia. El alma de madre puede con todo; yo he buscado a mis cuatro hijos con el mismo empeño”. Dos generaciones conviven ahora en su casa con una madre que bromea con la idea de “los pequeños no me dejan dormir y los mayores me quitan el sueño”.

El tabú de la ovodonación

Mayor de 40 años y embarazada. El retrato se repite cada vez más, pero no se dice qué esconde muchas veces esa realidad: unos óvulos jóvenes, procedentes de una donante, implantados. La presentadora Samantha Villar se atrevió a confesarlo en su libro ‘Madre hay más que una’ (Ed. Planeta de los Libros), donde relata el duelo que tuvo que pasar hasta que asumió que sus hijos no iban a tener su carga genética.

Pero Samantha supone la excepción. Otra mujer, a quién llamaremos Carolina pues quiere mantenerse en el anonimato, está esperando dos bebés y nadie en su entorno sabe que a sus 42 años será madre gracias a que una joven le donó sus óvulos. Tras dos embarazos y partos naturales de una primera unión, quiso repetir la experiencia con su nueva pareja. Después de varios abortos espontáneos (en mujeres mayores se multiplican) en la clínica Eugin de Madrid le dijeron que había pocas posibilidades de concebir con sus propios gametos. “Decidimos recurrir a la ovodonación, yo lo tuve muy claro siempre mientras que mi pareja se mostraba más reacia. Finalmente decidimos que me implantaría dos embriones para asegurar el embarazo, ¡y los dos han salido adelante!”.

Gestación subrogada: la gran revolución

A pesar de la polémica que la rodea, hace tiempo que se ha convertido en la forma más habitual de tener hijos sin haberlos parido. Por delante de la adopción (según todos los datos de los que dispone la Sociedad Española de Fertilidad), da la impresión de que la maternidad subrogada está limitada a los hombres, las parejas gays o a mujeres millonarias. Pero no es así, chicas con problemas de gestación también recurren a esta fórmula en algunos de los países que lo permiten, porque en España es ilegal. Es el caso de Ana, que no podía quedarse embarazada debido a una malformación. “En 2011 presenté la solicitud para adoptar y aún estoy esperando a que me llamen”. Finalmente se puso en contacto con una agencia de Estados Unidos e inició un proceso en el que invirtió todo su dinero (calcula que se gastó entre 120.000 y 150.000 euros); además necesitó la ayuda de su familia y de una asociación de madres solteras que recaudó dinero en su nombre.

“Sé que hay quien no comprende por qué lo hacen las gestantes, pero solo te doy un dato: la compensación que recibió Melissa, la mujer que gestó a mi hija, no era ni un tercio de su salario. En Estados Unidos está muy regulado, pasan muchos controles médicos y psicológicos. Mi hija Carmen es fruto de la generosidad, porque el embrión pertenecía a una pareja de españoles que ya no iban a utilizarlo y me lo donaron”.

Ana sigue en contacto con Melissa y cada mes le escribe para contarle las novedades de la pequeña. Ahora sueña con que en España se legisle de forma responsable, con suficientes controles para que las gestantes estén protegidas y queden garantizados los derechos tanto de los menores como de los adultos implicados en el proceso.

“El feminismo no está facilitando el camino, porque ha tomado una postura que puede resumirse en una frase: ‘Yo con mi cuerpo hago lo que quiero, pero con el tuyo, también’. Creo que solo es necesario establecer controles suficientes para asegurarse de que la mujer que gesta para otra lo hace de forma voluntaria”, asegura Ana.

Insistencia y paso por quirófano

Sandra (nombre ficticio) supo de muy jovencita que tendría problemas para concebir ya que desde la pubertad tuvo que someterse a tratamientos hormonales. Con 33 años comenzó a buscar un embarazo y, al no lograrlo, acudió a HM Hospitales, donde le diagnosticaron un hipogonadismo (trastorno por el que los ovarios no producen hormonas o lo hacen en muy baja proporción, y por eso es imposible concebir, siendo una de las causas más frecuentes de infertilidad).

El diagnóstico fue rotundo, nunca podría ser madre de forma natural. “Inicié entonces un proceso bastante largo porque los tres tratamientos tuvieron que ser interrumpidos por un problema de hiperestimulación, generaba muchísimos ovocitos, pero no eran viables. Estaba hinchada, tenía molestias, pero psicológicamente me encontraba fuerte. Me propusieron realizarme una intervención quirúrgica para no producir tantos ovocitos, aunque no me aseguraban el embarazo. A raíz de la operación me realizaron tres nuevos tratamientos, incluso un legrado para lograr la implantación. Finalmente lo conseguí en julio de 2015, dos años después de mi primera visita a la clínica”.

La clave del éxito, según esta paciente, es sentirte a gusto con el equipo médico en cuyas manos te pones. Feliz con la experiencia, aún tiene un embrión criopreservado y va a intentar dar un hermano a su hija en muy poco tiempo.

Pareja joven y sana, ¿por qué no llegan los niños?

A los dos años de casarse, con 33 años cumplidos, Ana y su marido empezaron a buscar un bebé que no llegaba. “Pasaban los años y no avanzábamos; mientras, la relación con mi marido se iba deteriorando, porque la idea del embarazo se convirtió en una obsesión. No sabía qué nos estaba pasando, si era yo, si era él, ya que aparentemente estábamos sanos”. Después de varios abortos llegaron, casi sin esperanzas, al Instituto Bernabeu de Alicante en 2015. “Se nos diagnosticó fallo de implantación recurrente y nos dieron una pauta personalizada que nos hizo pensar que todavía había posibilidades. Tras una FIV con 12 ovocitos, el doble que en los tratamientos anteriores, por fin llegó la alegría: ¡venían dos en camino!”, recuerda ahora con entusiasmo.

En estos procesos, a la angustia propia de no lograr el embarazo se suma el descalabro económico y la incertidumbre de si se llegará a un final feliz tras todo lo invertido. Para minimizar estos efectos, el Grupo Instituto Bernabeu ha puesto en marcha el programa de Garantía de Embarazo, con el que se compromete a lograr esa misión que los futuros padres les encomiendan; en caso contrario devuelve el 100% del dinero invertido.

Vitrificar los óvulos: la única solución para posponer la maternidad

Los ginecólogos se muestran categóricos al afirmar que existe un desajuste entre la sociedad y la biología. Mientras la última exige que los embarazos se den a edades tempranas, la sociedad los retrasa cada día más. Las mujeres no quieren renunciar a una carrera profesional, a viajar y divertirse; eso significa posponer la maternidad. A sus 32 años Pilar tiene muy claro que quiere ser madre en un futuro, pero ahora ni siquiera tiene pareja. “Hace unos meses, hablé con unos amigos que acaban de tener un hijo con más de 40 años y me contaron los numerosos tratamientos y fecundaciones in vitro que habían tenido que pasar antes de lograr el embarazo. De repente pensé que no quería verme en su situación y comencé a informarme sobre la congelación de óvulos. Buscando me topé con la Clínica Eva de mi ciudad y, tras pasar todos los test de fertilidad, opté por guardar mis óvulos en buen estado por si los necesito en el futuro”.

Pilar recuerda todo el proceso como algo muy llevadero: “Solamente me encontré un poco hinchada los últimos días, justo antes de la extracción. Durante casi dos semanas estuve asistiendo a la clínica cada tres o cuatro días para revisar cómo evolucionaban los óvulos y ajustar las dosis de los medicamentos que me administraban. El día de la extracción estaba un poco nerviosa por el hecho de pasar por quirófano, pero todo fue muy rápido e indoloro, una sedación leve y ni me enteré. En un par de horas estaba de camino a casa, y al día siguiente ya hacía vida normal”. Pilar se reserva la cifra que invirtió en todo el proceso (que varía de los 2.500 a los 3000 euros, dependiendo de las clínicas, más la cuota anual de mantenimiento, que muchos centros incluyen en ese primer desembolso).

Pero no solo las jóvenes que desean retrasar la maternidad se benefician de este procedimiento. También pueden hacerlo -de hecho, ese fue el uso original de esta técnica- las mujeres que van a someterse a algún tratamiento médico (sobre todo de quimioterapia) que conlleve una esterilidad. En esta situación, algunos centros públicos y muchos privados ofrecen vitrificar los óvulos de estas pacientes de forma gratuita.