No estamos educados para aceptar la infertilidad. A pesar de los muchos avances que se han llevado a cabo en el campo de la Medicina Reproductiva, lo cierto es que aún la sociedad en general no está preparada para recibir la noticia de que tener hijos no les resultará fácil.
De hecho, se estima que comunicar a una familia que la biología no está de su lado a la hora de tener descendencia causa un estrés similar al que se produce cuando a los pacientes se les dice que tienen cáncer, a pesar de que buena parte de la sociedad sigue sin percibir la infertilidad como una patología.
El estrés de recibir un diagnóstico que casi nunca se espera, unido a los sentimientos de rabia, frustración e, incluso, vergüenza, empeoran considerablemente el pronóstico de los tratamientos de fertilidad, según explica nuestra psicóloga, Vicenta Giménez.
“Cuando el estrés se mantiene durante un largo periodo de tiempo, los niveles de cortisol, alfa-milasa y prolactina suben excesivamente y eso perjudica la capacidad reproductiva, aparte de sumir a los pacientes en una verdadera espiral de ansiedad, angustia y desesperación”, cuenta la especialista.
Presión en todos los frentes
Giménez destaca que las personas que se enfrentan a un diagnóstico de infertilidad han de hacer frente, de manera muy repentina, a una enorme presión procedente de varios frentes. El primero, su propia indredulidad ante el diagnóstico. “Siempre pensamos que la infertilidad es algo que les sucede a otros y se da por hecho que en el momento en el que decidamos tener hijos, será relativamente sencillo lograrlo. La infertilidad supone, por tanto, un verdadero jarro de agua fría y acarrea una desorientación que no resulta nada fácil de manejar”.
Posteriormente, los pacientes infértiles han de lidiar con el apremio de los familiares, que no suelen desaprovechar cualquier ocasión para preguntar cuándo van a buscar descendencia o de lanzar indirectas o directas sobre un arroz que está a punto de pasarse. Por otro lado, están las comparaciones dentro del círculo de amistades que, además de opinar sobre el tema, van teniendo descendencia sin problemas (al menos aparentemente). Además, especialmente para las mujeres, a la infertilidad se unen los condicionantes laborales. Ellas suelen tener que programar con mayor exactitud el momento de la maternidad para no ver demasiado perjudicada su carrera profesional. Cuando en esta complicada ecuación hay que introducir la variable de la reproducción asistida, el estrés emocional se dispara inevitablemente.
Por eso, en la Unidad de Reproducción Asistida del Hospital Quirónsalud Donostia tenemos claro que el apoyo emocional y la atención psicológica han de ser un pilar fundamental dentro del conjunto de tratamientos, dado que a pesar de los avances realizados en Medicina Reproductiva, lo cierto es que la tasa de éxito no es, como en prácticamente ningún proceso clínico, del 100%.
“El objetivo de los profesionales que trabajamos en esta unidad es darles herramientas para que puedan enfrentarse a esa montaña rusa de emociones y que puedan manejar sus sentimientos en cada etapa del largo camino que implica someterse a reproducción asistida”, explica nuestra especialista.
Giménez abunda en la idea de adaptarse a las circunstancias de cada paciente para darle en cada momento lo que necesita. “Lo importante es que se sientan acompañados. Por eso nuestra apuesta es clara en favor del entendimiento y la empatía según cada momento en concreto. No es lo mismo ayudarles cuando acaban de recibir el diagnóstico, cuando los tratamientos fracasan de manera repetida, cuando han de recurrir a la donación de gametos o a la adopción de embriones o cuando se tienen que plantear abandonar”.
Apoyo a medida
Y es que, según los especialistas de la URA Quirónsalud Donostia, existe un problema relativo a las expectativas poco realistas sobre lo que la Medicina Reproductiva puede hacer por ellos. “Se convencen de que someterse a un tratamiento de fertilidad les asegura lograr un bebé… y aunque es cierto que las tasas de éxito son cada vez mayores, no son totales”, explican.
En las tres últimas décadas, la investigación en Medicina Reproductiva ha logrado tecnología sofisticada que nos permite seleccionar con mayor precisión los embriones con más posibilidades de dar lugar a un embarazo sano. Hemos perfeccionado las técnicas para extraer gametos, cultivarlos en el embrioscopio y transferirlos sin deteriorarlos. Asimismo, hemos avanzado en la preservación de la fertilidad. Gracias a la vitrificación, mucho mejor que la congelación de gametos y embriones convencional, podemos conseguir que las mujeres que quieran retrasar su maternidad puedan hacerlo, que los pacientes que deban someterse a tratamientos agresivos con la fertilidad, como la radio y la quimioterapia, no renuncien a su sueño de tener hijos después de la terapia… pero creer que todo ello garantiza el embarazo al 100% no es realista.
Los expertos reclaman honestidad a la hora de informar sobre este tema a los pacientes y les instan a buscar ayuda en cuanto perciban que puede haber un problema. Incluso opinan que deberían hablar de fertilidad con sus especialistas (ginecólogos, andrólogos…) para familiarizarse con los factores que influyen en ella (edad materna, reserva ovárica, enfermedades de transmisión sexual, herencia…) y así poder planificar su búsqueda de descendencia de una manera más rigurosa.