Durante el primer trimestre del embarazo, los síntomas van y vienen, como las subidas y bajadas en una montaña rusa. Es este un buen símil para explicar cómo se sienten las mujeres embarazadas en esas primeras semanas. Náuseas, mareos, vómitos, dolor de cabeza, hipersensibilidad en los pechos, cansancio y malestar se pueden mezclar con días tranquilos, tanto que hasta la propia gestante se olvida por momentos de que lo es.
De todos los síntomas, seguramente el que más ansiedad o despiste genera, dependiendo de si el embarazo es buscado o inesperado, es el sangrado de implantación.
El motivo es que se confunde a menudo con la menstruación porque coincide en fechas al producirse entre los seis y diez días posteriores a la fecundación. Al producirse muy al comienzo del proceso, la duda asalta a quien lo padece. Y esta bien especificar esto último porque no tiene por qué producirse en todos los embarazos; de hecho, solo se da en una de cada cuatro mujeres embarazadas aproximadamente.
Diferencias con la regla
El sangrado de implantación suele durar de uno a tres días, y las dos grandes diferencias con la regla es que es, generalmente, más leve y también más oscuro. Como decíamos, se produce en las primeras semanas de gestación, algo que tiene lógica si atendemos al nombre del síntoma, ya que tiene lugar cuando todavía no está completamente implantado el útero. Es importante, para salir de la duda de si es embarazo o menstruación, escuchar al cuerpo en busca de algunos de los síntomas mencionados al comienzo del texto que también podrían aparecer desde tan pronto.
En concreto, lo que desencadena el sangrado es la anidación del óvulo fecundado en la pared del útero. Dicho de otro modo, cuando el embrión se adhiere a la pared del útero, se rompen pequeñas venas y arterias que irrigan el endometrio, lo cual genera un sangrado. Este puede ser más o menos intenso, hasta el punto de que perfectamente puede no existir. Es más, esto último es lo más habitual estadísticamente hablando. Y no hay precedente que indique si se producirá o no en embarazos posteriores al primero; es totalmente independiente.
Una vez el sangrado desaparece en caso de haberse producido, a los catorce días de la fecundación, el embrión está perfectamente acomodado en el lugar en el que se desarrollará hasta convertirse en un feto que nueve meses después, aproximadamente, estará listo para nacer.
Por lo tanto, pese a que la sangre siempre genera alarma, y en este caso también incertidumbre, el sangrado por implantación no es un síntoma por el que haya que preocuparse salvo que se produzca en una proporción excesiva. Es algo habitual, que se produce a causa de un proceso natural que puede conllevar que se sangre, y puede pasarte incluso si no fue así en embarazos anteriores.