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Silvia Nanclares plantea mil dudas sobre ser madre a los 40



Silvia Nanclares (Madrid,1975) es periodista, activista cultural y feminista, entre otras muchas cosas. Trabaja como guionista y locutora en el espacio radiofónico ‘Carne Cruda’. ‘Quién quiere ser madre’ (Alfaguara) es su primera novela, una historia autobiográfica que aborda el deseo de ser madre y la aventura de intentar serlo cuando ya estás en los cuarenta. ‘Apps’ que monitorizan la fertilidad, tratamientos hormonales, técnicas de inseminación artificial, grupos de terapia para sobrellevar la espera, epigenética, seminogramas, histerosalpingografías…, todo un mundo construido alrededor de la maternidad tardía que puede llegar a inspirar pavor.

Te incluyes dentro de una generación de mujeres que fueron aplazando la maternidad para poder vivir otras experiencias y que ahora se han dado cuenta de que la oportunidad está a punto de pasar. ¿Merece la pena el precio pagado por la libertad vivida?

Más que pensar en si merece la pena o no, me ha hecho darme cuenta de lo sujetas que estamos a las inercias culturales y sociales por el hecho de nacer en uno o en otro momento. Nos hacen creer que nuestras decisiones son exclusivamente personales y después llegan experiencias así y te das cuenta más que nunca de que perteneces a una generación con sus hábitos y obligaciones. Prefiero no valorarlo en términos de pérdida o ganancia. Ha sido así y, como “hija de mi tiempo”, así lo estoy viviendo.

¿Cómo describirías el negocio de la fertilidad? ¿Cambió mucho tu percepción sobre el tema después de haberlo conocido de cerca?

La industria está gestionando una realidad que tiene connotaciones sociales y que no debería tener como única salida el sector privado. Como tantos otros procesos vitales como la salud o la muerte, la reproducción está siendo gestionada con más fuerza por la industria privada. Da escalofríos ver cómo es una industria floreciente mientras no hay una sola política pública (ni laboral, ni ayudas) para criar en condiciones en nuestro país. Lo cual hace que la gente se piense muy mucho lo de lanzarse a tener descendencia.

¿Consideraste la posibilidad de adopción? Este sería otro buen tema sobre el que escribir…

Mi pareja y yo lo pensamos, lo tenemos presente, pero las leyes son draconianas, es muy difícil adoptar en España y carísimo hacerlo fuera, por no decir dos procesos larguísimos y de mucho desgaste personal. De momento estamos en la reproducción asistida, que ya tiene lo suyo, pero tal vez abramos pronto esa puerta también.

¿Qué opinas sobre la maternidad subrogada?

Que es un debate artificial en nuestra sociedad donde hay otros debates mucho más acuciantes como el de la eutanasia, la memoria histórica, la dependencia… Empatizo con las personas infértiles, cómo no, pero me da mucho miedo que se esté trabajando, desde el neoliberalismo principalmente, para establecer una ley sobre una realidad, que ya digo, no me parece urgente. Aprovecharía este pretexto para revisar todas las leyes que tiene que ver con la reproducción de la vida: el aborto, la dependencia, adopción y acogida, salud reproductiva. En un marco así de amplio sí que abriría el debate de la maternidad subrogada, pero junto a otros muchos caminos que hay que andar.

El tabú de hablar públicamente y de forma natural sobre temas relacionados con el cuerpo de la mujer: la regla, la menopausia, los anticonceptivos, incluso el deseo de ser madre… ¿Hemos avanzado algo o sigue todo igual que siempre?

Desde la literatura siguen considerándose temas de mujeres y, por lo tanto, menores. ¿Te imaginas que Karl Ove Knausgård tuviera la regla? Ya le hubiera consagrado otra heptalogía al tema.

Explicas este secretismo diciendo que “todo lo que rodea a la salud y el cuerpo de la mujer está devaluado”. Y que esto nos ha llevado al desconocimiento de nuestro propio cuerpo. ¿Qué vías hay para solucionarlo?

Pues desde la literatura, eso mismo, insertarlo en el canon. ¿Por qué tienen que ser temas menores la reproducción (o no) de la vida, la crianza, los cuidados? Sospecho que no es tanto lo que se cuenta como quién lo cuenta. Si lo hace una mujer es autobiografía y escritura femenina, lo que produce desactivación inmediata en la crítica. Si lo hace un autor, genera autoridad y épica. Vuelvo al caso de Knausgård. Conste que no tengo nada contra el noruego; de hecho, me encanta.

Un ejemplo de enfermedad habitual entre las mujeres y de la que se sabe muy poco es la endometriosis. ¿Pudiste aprender algo sobre esta dolencia a lo largo de tu proceso de investigación para escribir la novela?

Es una enfermedad silenciada que padecen 14 millones de personas. ¿Paradoja? No, patriarcado. Dice bastante de lo que hablábamos anteriormente.

En el libro también hablas sobre la muerte de tu padre y de cómo fue tu proceso de duelo. ¿Te sirvió la escritura como terapia para cerrar heridas?

Muchísimo, para airear la herida del duelo (me temo que esta herida nunca se cierra, pero sí se puede dejar más o menos limpita) y para enfrentarme al terror que me generaba la infertilidad. La escritura no tiene por qué ser terapéutica per se, pero en este caso, para mí, lo ha sido.

¿Cambiarías algo de lo que escribiste en el libro? ¿Has tenido algún aprendizaje reciente que te hubiera gustado poder incluir?

Sí, el de la experiencia en mis carnes de la reproducción asistida, por la que he pasado una vez el libro estaba publicado. Ahora estoy en un momento muy distinto. No tiene nada que ver saberlo racionalmente con pasarlo por tu cuerpo. Más que reescribir este libro, escribiría una especie de continuación.

Te quejas de cómo todo el mundo se tomaba la libertad de darte consejos cuando explicabas cuál era tu situación. ¿Qué le dirías ahora a alguien que estuviera pasando por lo mismo que pasaste tú?

Absolutamente nada. Escucharía. Y trataría de que nos riéramos en la medida de lo posible. O llorar. Lo que toque ese día.