La gestación subrogada, o el uso de «vientres de alquiler» para tener hijos es una práctica cada vez más extendida y por muchas razones muy controvertida. Pocos países han decidido por ahora fijar una legislación clara lo que está propiciando situaciones estrafalarias y en las que cabe hacerse muchas preguntas, incluyendo si se trata de una técnica compatible con la dignidad del niño. La última de estas situaciones extrañas se ha producido en la ciudad de Enschede, en la región holandesa de Twente (fronteriza con Alemania), donde una pareja gay ha tenido que devolver a su madre biológica por orden judicial a la niña nacida por encargo suyo.
En Holanda esta práctica no está prohibida, pero tampoco tiene una regulación específica, lo que complica mucho la cuestión de determinar correctamente la filiación. En este caso, además, los implicados actuaron de forma frívola y poco ordenada. Tanto la pareja de aspirantes a padres, porque no formalizó ningún pacto con la «madre de alquiler», como esta última, que supuestamente no debía haber mantenido relaciones sexuales con su marido hasta quedarse embarazada con el esperma de sus patrocinadores, pero si lo hizo y concibió así a la niña.
Ese fue el argumento esencial de los jueces ante la duda que planteaba el caso. Puesto que la madre es de toda evidencia la mujer que la gestó durante nueve meses y que las pruebas de ADN han confirmado claramente que el padre biológico es su marido, los jueces les han entregado a la niña y han rechazado los argumentos de quienes aspiraban a convertirla en su hija y que se llaman Stefano Franke y Arnout Janssen.
En lugar de utilizar otros métodos, la pareja había encontrado a la mujer para alquilar su viente en internet y esta, que ya tenía tres hijos, se comprometió a no tener relaciones sexuales con su esposo mientras trataba de quedarse embarazada con el esperma de uno de los miembros de la pareja homosexual, que a cambio se comprometió a mantenerla durante todo el embarazo. De modo que ella dio a luz el 8 de mayo a una niña sana y hermosa, en presencia de la pareja gay, que se llevó al bebé a casa en cuanto fue posible y decidió llamarla Hayley.
Sin embargo, para inscribirla en el registro como hija propia, la pareja debía demostrar una relación genética con la niña. De lo contrario, hubieran debido emprender un camino diferente, el de una adopción, que en ese caso no era posible. Y las pruebas de ADN del bebé demostraron que su padre biológico no es ni Franke ni Janssen, mientras que indican claramente que si existe esa filiación con el esposo de la madre de alquiler. De hecho, cuando la madre sustituta y los dos aspirantes a quedarse con la niña estaban ante el tribunal el pasado viernes para determinar si se podía optar por la adopción, ella confesó que su marido deseaba quedarse con la niña. El tribunal, por tanto, tuvo que hacer entrega de la pequeña a sus padres biológicos.
De nada sirvió que los dos homosexuales dijesen que habían pactado con la madre biológica que les entregaría a la niña. No hay base legal, pero tampoco un mero contrato por escrito en el que se hubiesen establecido las condiciones particulares. La pareja expuso que ella se había comprometido a no mantener relaciones sexuales con su marido mientras no se quedase embarazada con el esperma que ellos le proporcionaban. Ella, por su parte, señaló que lo había hecho siempre con «métodos seguros».
Ahora la pareja ha tenido que entregar a una niña que durante tres semanas han considerado como su hija, lo que les ha contrariado profundamente. Aún con todo, el juez les concedió una noche más con la niña, pero el sábado los servicios sociales fueron a buscarla para entregársela a sus padres biológicos.