El 4,3% de los niños nacidos en Catalunya vinieron al mundo con ayuda de técnicas de reproducción asistida. Unos 3.300 bebés al año. Y la mitad son producto de la fecundación de un óvulo donado.
Ser donante de óvulos no es como serlo de sangre o de médula. Ni siquiera se parece a ser donante de esperma, un chico joven que se masturba y entrega su bote con semen por unos 50 euros. Ser donante de óvulos cuesta un par de meses de riguroso tratamiento hormonal y una punción en el ovario. A cambio de 900 o 1.000 euros por su tiempo. El número de donantes de óvulos creció durante el 2011 el 14,8%, según datos de la última estadística de la reproducción asistida en Catalunya (FIVCAT). Ese año, 3.523 mujeres donaron sus óvulos en Catalunya y 1.127 hombres, sus espermatozoides (un incremento del 16,1%). Pero cuando se toman los últimos cinco años, el crecimiento es del 80% en mujeres y el 45,9% entre hombres.
¿Porque hay crisis? ¿Porque hay más necesidad de óvulos jóvenes que permitan ser madres a mujeres entre los 40 y los 50 años? Explicado el fenómeno por algunas de las protagonistas parece que prevalecen ambas razones. En el imaginario colectivo a menudo esas donantes se ven como jóvenes dispuestas a pasar un mal rato a cambio de un dinero que podría pagar una matrícula o un viaje. Según la estadística oficial, la mayoría de estas mujeres donantes son estudiantes, con menos de 29 años y un tercio de ellas, extranjeras. La edad más frecuente, según datos de las principales clínicas barcelonesas, está en torno a los 25 y un grupo importante de ellas ya ha sido madre.
Edurne, estudiante, 28 años: “Ayudo a alguien y me doy la beca que me negaron”
Satisfecha de su participación en la natalidad, Edurne, estudiante de educación infantil de tercer año y trabajadora a tiempo parcial en todo lo que sale, ahora una tienda de moda, ha realizado ya dos donaciones consecutivas. “Ha sido un ensayo del equipo de la Dexeus en el que participamos a la vez donante y receptora para comprobar si ese doble tratamiento produce más ovocitos, al menos eso entendí”. ¿Por dinero? “Hace tiempo había pensado en el tema por una amiga que no lograba quedarse embarazada.
Busqué en internet las clínicas. Las explicaciones que me dieron en Dexeus me dieron confianza. Pero no me decidí hasta este otoño, cuando me denegaron la beca (estudio en una universidad privada) y a la vez perdí los tres trabajos que hacía. La razón económica me dio el empujón”. Su doble participación ha tenido un pago diferente al habitual: una donación se retribuye con 900 o mil euros. La segunda, en su caso, fue bonificada con 2.000. Entre ambas donaciones, 3.000 euros, “que con lo que tenía ahorrado me permitió pagar la matrícula. He ayudado a alguien y me he dado la beca que me negaron”. ¿Duro? “Qué va, ninguna molestia. Me he sentido tan bien tratada. Creo que no valoramos suficientemente lo que nos aporta la ciencia”. Con su pareja bromean sobre si un día en clase tendrá algún alumno que haya nacido gracias a uno de sus óvulos. “No entiendo el empeño en que sea anónimo. A mí me gustaría que fuera como en Estados Unidos, donde los receptores pueden escoger su donante y se conocen”.
Rosalía, madre, 29 años: “Sé que lo que dono es muy valioso”
Rosalía es una donante experta. Es la tercera vez que se somete a una estimulación de sus ovarios para generar óvulos (suelen extraer unos diez). “Claro que el primer impulso para pensarme si donaba mis óvulos fue económico. Tengo una hija de dos años y un trabajo de media jornada por el que en ese momento me pagaban 500 euros. Los 900 que ofrecen en una clínica de aliciente. Pero creo que ahora soy donante, que siento una gran satisfacción cuando me dicen que ha ido muy bien. Sé que no puedo saber más sobre qué ha sido de mis óvulos, porque donación y recepción deben ser totalmente anónimas, pero es suficiente”.
No descarta más donaciones. “Mientras pueda… Es un buen complemento económico y me siento segura. Me han explicado todo lo que he preguntado y se preocupan por mí también después de la donación. Como una paciente”. El límite en una de las clínicas de Barcelona, al que acudió Rosalía, es de siete donaciones; en otros centros, cuatro. El límite legal de niños nacidos en el país con su aportación es de seis, lo que incluye a su hija.
Rosalía tiene 29 años y es de aspecto caucásico: piel clara, ojos color miel. Los rasgos fenotípicos más demandados en la Europa que acude a los institutos españoles en busca de un embarazo. Su grupo sanguíneo, otro factor importante, no es en cambio de los más frecuentes. Es una buena donante. “Pero no es tan sencillo donar óvulos” advierte. “Es una responsabilidad contigo, con tu cuerpo y con el equipo que lleva la donación. Has de ser muy disciplinada con las inyecciones diarias y con todo el procedimiento, porque si fallas malogras todo el trabajo. Y lo que dono es muy valioso”.
Miriam, 33 años: “También soy donante de sangre y pronto de médula”
Míriam, de 33 años y con negocio propio, lo había mirado el año anterior “pero primero quería tener mi segundo hijo, que ha sido niña y ya ha cumplido los nueve meses”, cuenta. Y ha realizado su primera donación hace poco más de un mes. “Yo me he quedado embarazada cuando me lo he propuesto. Me lo pensé un julio y en agosto me quedé. Pero tengo personas muy cercanas a las que he visto sufrir mucho, primero por no quedarse, luego porque no funcionan las fecundaciones in vitro y pasar años intentándolo”.
¿Motivación económica? “De veras que no. También soy donante de sangre y ahora quiero apuntarme para donar médula que sé que no es tan complicado como a veces se piensa; falta información”. Cuando tomó la decisión de donar sus óvulos, “de lo que me enteré por una amiga”, pasó una larga y detallada entrevista sobre su salud y enfermedades familiares; también una revisión ginecológica, de ovarios, análisis genéticos para descartar enfermedades. Luego, el tratamiento propiamente dicho. “Empiezas tomando anticonceptivos, para acompasar tu regla con la de la receptora”. Luego se inicia la estimulación ovárica, con inyecciones diarias y revisiones cada dos o tres días, para comprobar con ecografías y entrevistas que todo va bien, porque puede ir mal. Se trata de que el ovario triplique o más su capacidad de fabricación de ovocitos. “Y cuando está a punto, al cabo de diez o doce días, me convocan para la punción. Entré a las 12.15 h en la sala, me tumbé, me sedaron y a las 12.30 h ya estaba en la habitación. Sí, un poco molesta hasta el día siguiente. No sé cuántos doné, sólo sé que eran para generar embriones que se transferirían en fresco, directamente a la mujer receptora. No sé qué ha pasado. Por un lado me gustaría saberlo, pero entiendo la necesidad del anonimato. El niño que nace gracias a una donación sé que tiene derecho a saber si tengo estudios, mi edad y mi grupo sanguíneo. Pero no me como el coco con la idea de tener un hijo por ahí. La donación no es un hijo mío, no ha estado en mi vientre. Yo he tenido los míos y ahora puedo ayudar”.
Los centros recepetores: Sólo el 20% de las candidatas pasa el examen
La selección de las donantes es exigente. “Sólo llegan a realizar la punción para extraer los óvulos el 20% de las mujeres que se presentan”, explica la doctora Evelin Lara, responsable del equipo de donaciones en el IVI Barcelona. En la clínica Dexeus, en torno al 35%, según constata la doctora Elisabet Clua. Un número pequeño, entre el 1% y el 2%, se echa para atrás en la fase final y un 40%, según la experiencia de Dexeus, se autoexcluye. “Me dio miedo estar mal y, tras la entrevista, me lo pensé y decidí no hacerlo. Si ya me siento decaída con la regla…”, reconoce Dunia, estudiante de Filosofía. La principal razón para no incluir en el programa a las candidatas a donantes es la presencia de enfermedades transmisibles. “Aparecen fibrosis quísticas, dolencias psiquiátricas, cardiopatías congénitas. También hábitos personales poco saludables. Nosotros descartamos a quienes lleven tatuajes o piercings. Y sobre todo, se descarta cuando se tiene la percepción de que no seguirán disciplinadamente el tratamiento. Eso es muy importante para el éxito de todo el proceso”, puntualiza la doctora Lara.