Congelaron su semen antes de empezar la quimioterapia y ahora ha sido padre
Ainhoa tiene 13 meses y está a punto de caminar sola. Segura de la mano de su madre y balbuceando sus primeras palabras, recorre una sala en la que es el centro de todas las miradas. No es para menos. Ella aún no lo sabe, pero es una recompensa. Para sus padres, Joaquín y Celia, a cuatro años de búsqueda de la paternidad mediante reproducción asistida. Para los sanitarios, a mucho trabajo para que ambos cumplieran su sueño de tener un hijo.
La historia se remonta a once años atrás, cuando Joaquín y Celia ni siquiera eran pareja. Fue entonces cuando a él le detectaron un tumor. Tenía 29 años y no tenía hijos. Con el diagnóstico, también llegó el mazazo de que debía recibir quimioterapia; un tratamiento que suele provocar esterilidad. Los médicos que atendían a Joaquín en el Hospital de la Axarquía le informaron que en el Servicio Andaluz de Salud (SAS) existía un programa para que enfermos oncológicos congelaran su esperma a fin de poder ser padres en el futuro.
Joaquín aceptó la opción que de forma gratuita lo ofrecía la sanidad pública. Antes de iniciar la quimioterapia, entregó muestras de su semen en el Banco de Tejidos del Centro Regional de Transfusión Sanguínea, en el Hospital Civil, donde se lleva el programa. Sus posibilidades de ser padre quedaron congeladas a 196 grados bajo cero en un tanque de nitrógeno líquido. Después de una operación, quimioterapia y muchos temores, Joaquín superó su enfermedad. Pasó el tiempo. Se recuperó. Celia y él se hicieron pareja, se casaron y un día decidieron tener hijos.
Su historia conmueve. Pero acceden a desvelarla para informar y dar esperanzas a otras parejas que pasen por su misma situación. Y también, como un gesto de agradecimiento a muchos profesionales de la sanidad pública que hicieron posible que hoy sean padres.
En 2010, la historia no había hecho más que empezar. Entonces, acudieron a una clínica privada de reproducción asistida e intentaron una fecundación in vitro con espermatozoides frescos de Joaquín. Pero quizás porque la quimioterapia había deteriorado su capacidad reproductiva como era previsible o por otras razones, el intento fracasó.
Optaron entonces por probar con el semen que Joaquín tenía congelado en el Banco de Tejidos. Entró entonces en juego la Unidad de Reproducción Asistida del Materno. Mediante una fecundación in vitro en el que utilizaron los espermatozoides que habían estado varios años conservados a -196º, los profesionales de esta unidad lograron nueve embriones. En abril de 2012, le transfirieron tres a Celia. Los otros seis se criopreservaron. Celia se quedó embarazada. Pero el embrión no se implantó en el útero, sino en la trompa (ectópico). Así que tampoco pudo ser. Empezaban a desesperarse.
En diciembre de 2012 volvieron a intentarlo. En el Materno, le implantaron tres embriones. Otros tres seguían congelados. Celia se quedó embarazada. Nueve meses después, en septiembre del año pasado, nació Ainhoa. La pequeña ya dice unas pocas palabras y quizás cuando se publique este reportaje ya no necesite ir de la mano de su madre.
“Gracias a este programa, yo tenía la tranquilidad de que el día de mañana, cuando quisiera, podría tener hijos, ya que si no podía de forma natural podría recurrir a la reproducción asistida, como ha sido”, explica Joaquín. Ambos reclaman que nunca los recortes afecten a estas prestaciones de la sanidad pública. “Que nunca corten esto porque si no, el que no tenga dinero, no podrá tener hijos. Además, hay que fomentar la natalidad”, reflexiona Joaquín. Celia comparte sus palabras: “Es una magnífica iniciativa porque por lo privado es muy caro y no todo el mundo se lo puede permitir”.
Ellos lo saben por experiencia, porque lo intentaron en la sanidad privada y en la pública. Para Joaquín, sería “una pena que una persona no pudiera tener un hijo por no tener dinero”.
Luego cuentan que todo el proceso de búsqueda de la paternidad lo iniciaron en plena crisis y que Joaquín es autónomo. Afortunadamente, la sanidad pública dio respuesta a sus inquietudes de ser padres, así que no tuvieron que costearse la reproducción asistida.
Ainhoa sigue balbuceando. Cada vez que empieza a lloriquear, el director del Centro Regional de Transfusión Sanguínea (CRTS), Isidro Prat, le acerca algún objeto para que se entretenga. Primero un globo hecho con un guante, luego una pelota. La pareja cuenta entonces que ha decidido darle un hermanito a Ainhoa. El equipo del CRTS -que conoce a Joaquín desde que llegó hundido por el diagnóstico del tumor y el inicio inminente de la quimio para congelar su esperma y lo ve ahora feliz con su hija en brazos- se alegra de la decisión. Será con los tres embriones que la pareja aún tiene congelados en la Unidad de Reproducción Asistida del Materno.
Si llegara a fallar este intento, no podrían volver a probar en la sanidad pública porque ya tienen una hija. Esa limitación se establece para dar posibilidades a otras parejas que no tengan descendencia. “Lo veo lógico, hay que dar paso a otras personas que quieran ser padres”, dice. Pero aún en ese caso, Joaquín podría acudir a la sanidad privada con más muestras de su esperma que tiene todavía congeladas en el Banco de Tejidos.
Cuando al final del reportaje se le pregunta a la pareja si quiere añadir algo, él apunta: “Darle las gracias a un equipo fabuloso. Con la Seguridad Social [el SAS] estamos muy contentos. Con todo el proceso y con el resultado, que está aquí”. Se refiere a Ainhoa que sigue a lo suyo, balbuceando y buscando un nuevo objeto con el que jugar. “Y si los profesionales no se portan mejor es por falta de medios, porque están saturados”, añade. Celia agradece además la forma en que a lo largo de todo el proceso les fueron transmitiendo la información: “En la Seguridad Social no te lían. A nosotros nos explicaron todo muy bien”. La madre comenta al equipo del CRTS que justamente el día que se hace este reportaje acaban de pedir cita para el segundo embarazo. Se la han dado para noviembre.
Llega entonces el momento de la foto. Todos tienen una sonrisa. Celia y Joaquín están felices porque han conseguido ser padres e incluso porque van a repetir. Los profesionales, porque ven el fruto de sus esfuerzos. La pareja dice que el primer plano de la foto debe ser para el equipo que ha hecho posible su paternidad. Los profesionales, que deben ser los padres, que son los protagonistas. En realidad, la verdadera protagonista es Ainhoa; sin lugar a dudas.