De haber nacido en el hospital, a Oliver se lo habrían llevado corriendo a la incubadora. Pero su madre cogió aquel bebé «flacucho» (1,840 kilos) y lo metió con ella a la cama, pegado a su pecho. Sigue allí, aunque ya ha cumplido 2 años. «Cuando mis padres me sacaron de su cama fue un trauma, así que duerme con nosotros. Él en una esquina, su padre en la otra y yo en medio. Y sigue mamando, le dejaré hasta que quiera. Con mis otros hijos tuve remordimientos porque la gente empezó a decir que la lactancia no era sana, pero ahora estoy segura de que es lo mejor». Eva Denes, húngara, 51 años la semana que viene, tiene la prueba en Mate (23 años), Rebeca (21) y Blanca (14), sus otros tres hijos. No esperaban más, pero en «un desliz» llegó «el regalo». «Me quedé embarazada con 48 años. Cuando me enteré pensé: ‘¡Oh, Dios mío! ¿Qué va a decir la gente?’. En mi país es raro ser madre tan mayor, pero me dijeron que en España no era tan extraño y eso me tranquilizó».
Eva es una de esas «madres tardías» que ha dado a luz rozando los 50, un colectivo cada vez más amplio. En 2011, último año del que tienen datos en el Instituto Nacional de Estadística, nacieron 102 bebés de mujeres mayores de 50 años, cinco veces más que hace diez años (20) y diez veces más que en el 90 (12). La esperanza de vida de las españolas alcanza ya los 85 años. «En los 60 y 70 la ecuación era boda y niño. Y si tardabas mucho ya empezaban a señalarte y decir a ver quién era el que no funcionaba. La prioridad era el hijo, pero hoy es el trabajo. Las chicas no van a la Universidad y hacen un máster para quedarse en casa cuidando del marido y del niño. Y como la emancipación y la estabilidad laboral se han retrasado, la maternidad también. La edad media a la maternidad se ha elevado hasta los 31,5 años, pero cada vez habrá más mujeres mayores de 40 que serán madres primerizas», advierte Luis Ayuso, sociólogo experto en familia de la Universidad de Málaga. Mujeres que, por edad, podían ser abuelas. Pero son madres y hoy, primer domingo de mayo, es su día.
Así que en casa de Irma Soriano habrá bizcocho «de harina integral y azúcar moreno» de postre. Y una feliz bullanga con seis a la mesa: la propia Irma, su marido Mariano, Triana (23 años), Antonio (11), Carmen (4) y Luis Juan, 7 meses que parecen más. La presentadora jienense cumplirá 50 años el próximo septiembre y es una de tantas famosas que han estirado la maternidad hasta donde lo permite la naturaleza y la ciencia.
Sus dos últimos hijos han nacido por fecundación in vitro. «Después de divorciarme conocí a mi marido actual y desde el principio de nuestra relación tuvimos claro que queríamos tener hijos en común. Los primeros cinco intentos dieron negativo. Cuando te lo dicen te sientes vacía, pero a la sexta funcionó». Y nació Carmen (3,050 kilos), «la loca avería». «Mi hijo Antonio estaba en la puerta del quirófano. Fue el primero que la vio y hoy tienen una relación alucinante».
Con tres criaturas en casa, Irma sentía que tenía que «cerrar el círculo» y fueron a por Luis Juan. «Cuando se lo dije a mi madre se disgustó, le preocupaba mi salud». El embarazo fue bien hasta la semana 36. «Estaba de nalgas y tenía dos vueltas del cordón al cuello. Un día noté una especie de calma chicha rara, no notaba al bebé en el vientre. Me puse boca abajo para fastidiarle a ver si se movía, pero le habían bajado mucho las pulsaciones. Oí a la comadrona: ‘No va a aguantar’ y entonces les dije: ‘Ya me estáis rajando’». Luis Juan nació por cesárea y enseguida le tuvieron que ingresar con bronquilitis, pero hoy pesa ya 8 kilos y no deja de reírse por todo. «¡Por fin consigo que un hombre se vuelva loco conmigo! Si mamá está en la habitación ya no existe nada más en el mundo…». Y viceversa.
– Cuando nació Triana usted tenía 26 años y 48 con Luis Juan. ¿Cómo se vive la maternidad a edades tan dispares?
– Yo llevaba esperando a Triana desde siempre, desde que nací, desde que jugaba a ser mamá con mis muñecas y con mis amigas de la escuela. Fue una ilusión absoluta, recuerdo cómo la olí, aunque su parto fue el más doloroso. Con ella todo eran incertidumbres, así que me guiaba por el instinto, que hace que aciertes siempre. Lo del pequeño fue una lucha por la vida, me jugaba mi salud. Ahora tengo experiencia, aunque a veces eso me hace complicarme más. Y cuando tiene fiebre echo a correr igual.
«Tengo más paciencia»
Eso es ser madre, la edad no importa. Aunque a Eva Denes, Oliver le trajo, precisamente, la calma que le faltó con los anteriores. «Soy mucho más madura y tengo más paciencia. Ya he trabajado y he viajado, no siento que el niño me robe tiempo o que me esté perdiendo nada porque ya lo he hecho todo. Soy ‘coach’ de crecimiento personal y trabajo desde casa. Quiero pasar todo el tiempo que pueda con él».
Irma comparte con Luis Juan las 24 horas del día. Y se le quedan cortas. «Voy a grabar a 13 TV las presentaciones de las películas del western y vuelvo a la velocidad del rayo. Con Triana me incorporé enseguida al trabajo. Me llamaron de TVE para grabar una gala sobre Lola Flores en Miami y dejé a mi bebé de dos meses para ausentarme quince días. Me dejé convencer y corté la lactancia. A Luis Juan sigo dándole pecho. Porque la leche materna es… ¡ni la fórmula de la Coca Cola!»
Le da pecho de día o de noche, cuando lo pide. «Llevo sin dormir bien desde que nació, pero luego le abrazo y pienso: ¿qué es una mala noche? Además, aguanto mejor que cuando era más joven». Y Eva, con una edad y una experiencia similar a la de Irma, lo confirma. «Las noches en vela son igual con 25 que con 50 años. Oliver solo nos ha dado dos noches malas».
Ni siquiera dio guerra la primera. «Mis otros tres hijos nacieron en el hospital, pero a él lo tuve en casa por elección. Me sentía capaz y sana. Nació una mañana, a las seis menos cuarto, en nuestra habitación. Sus hermanos estaban durmiendo y no se enteraron de nada. Cuando le vieron se sonreían con un poco de vergüenza». Eva buscó a «un ginecólogo avanzado» que no la tratara «como a una mujer de 48 años». Aunque los tenía.
«La edad es un factor determinante para ser madre, aunque muchas mujeres se cierran el oído. A partir de los 40 años la maternidad es complicada. Los hijos hay que tenerlos pronto, el coche y el piso van después. La sociedad está montada al revés». Pedro de la Fuente habla desde su experiencia al frente del Centro de Fecundación in vitro de Asturias (Cefiva), una de las clínicas más antiguas de España. Y apoya su argumentario con cifras: «Las expectativas de embarazo a partir de los 40 no pasan del 25%. La menopausia aparece entre los 45 y los 50 años. Hemos avanzado en nivel de vida, pero la fertilidad se para en su momento y el ovario a esa edad es igual de viejo que en la era de los romanos».
5.000 euros por intento
Él empieza a contar hacia atrás a partir de los 30: «Entre 35 y 40 años las posibilidades se reducen drásticamente» y ahí entra en juego la reproducción asistida, que ha dado un vuelco a los números. «Si las mujeres que recurren a la fecundación in vitro lo intentaran cuatro veces, el 80% se embarazaría», calcula el ginecólogo. El problema es que cada tratamiento sale por 4.000 ó 5.000 euros y que en la Seguridad Social no suelen atender a mujeres mayores de 39 «por criterios de eficiencia» –lo determina cada comunidad–. La ley no pone tope de edad a las clínicas privadas, aunque la Sociedad Española de Fertilidad aconseja no realizarlos más allá de los 49 por riesgo para la madre. «La mujer primero lo intenta con el óvulo propio, pero si tiene más de 40 años, de 10 candidatas lo conseguirán solo 2 ó 3. La otra opción es el óvulo de una donante, una chica menor de 30 años».
Cuenta De la Fuente que muchas mujeres se tratan hasta en seis ocasiones. «Hoy todos los hijos son deseados y planificados. Los abortos han aumentado, y también los tratamientos de fertilidad, lo que demuestra que la mujer quiere controlar el proceso de fecundidad. Ya no hay descuidos». Ni familias como las de antes, de 7 hijos. «Vamos hacia el modelo de pareja sin hijos o con un hijo tardío», alerta el sociólogo. Y asusta con los datos: «El relevo generacional se garantiza con 2,2 hijos por mujer, y estamos en 1,36. Los nórdicos tienen las mayores tasas, pero del 1,8».
– ¿Qué les anima a tener hijos y qué nos desanima a nosotros?
– Las políticas familiares. Aquí el hijo es un coste privado y la gente te dice: ‘¡No haberlo tenido!’. En el norte de Europa es un problema público, de la sociedad. En Francia el Estado te paga 350 euros al mes por cada niño y en Alemania cuando se desplomó la maternidad desarrollaron políticas de fomento de la natalidad y ahora están debatiendo incluir en la pensión de jubilación una prima por hijo. No es justo que un matrimonio con 3 tres niños que no pudo trabajar mucho tenga una jubilación baja y otra pareja sin hijos tenga una pensión alta pagada por los hijos de otros.
– Aquí tuvimos el cheque bebé de Zapatero de 2.500 euros.
– ¿Y qué efecto tuvo? Igual era más importante haber hecho más guarderías de cero a tres años. No es solo una cuestión de dinero.
En los 90 la modernización de la sociedad, la incorporación de la mujer al trabajo y el desarrollo de los anticonceptivos hundió la natalidad en España –«tuvimos menos hijos que durante la guerra»–. Y la crisis solo va a empeorar el panorama. «Los hijos se tienen cuando hay perspectivas de mejorar. En época de crisis la natalidad siempre baja», advierte Ayuso. Lo confirman los datos del INE: desde 2008 los nacimientos van en descenso al ritmo de un 3% cada año. En 2011 nacieron 470.553 bebés. Por eso Irma y Eva son ‘rara avis’. No tanto por ser madres mayores, sino por prole. «Hay quien te llama egoísta por tener niños. Ymás a esta edad».
– ¿Piensa en el futuro?
– Pienso en estar sana –dice Irma–.
– ¿Le han hecho sentir como una abuela alguna vez?
– En un centro comercial de Málaga una mujer me preguntó si el niño era mi nieto y le dije que solo tengo años, que no soy mayor. Y cuando mi hijo Antonio me vio con gafas se asustó porque le parecí mayor. Pero corro detrás de ellos como antes.
Y atiende con infinita paciencia de madre las cuitas de cada uno. «Triana está terminando Derecho y va a opositar a Notaría. Antonio está con el fútbol, y me tiene loca porque no se quiere poner el aparato de los dientes. Carmen no quiere merendar y Luis Juan anda con mocos». El pequeño reclama ya a mamá. Igual son los mocos. O que le está saliendo el primer diente. A Irma esos detalles no se le pasan. «Tengo apuntado todo, lo que pesaban semana tras semana, lo que llevaban puesto el día que vinieron del hospital. Guardo los ‘predictor’, ¡hasta las tiritas que les pusieron en el ombligo!» el día en que llegaron para hacerla la mujer más feliz.